Ésta es la frase que para jolgorio del populacho lanzó al aire un tipo-chusco estando contemplando como espectador una de aquellas obras teatrales que en las noches de verano se representaban en Madrid al aire libre, y precisamente en una de ellas en que, por casualidad, yo me encontraba como espectador de la obra, precisamente titulada "La Venganza de Don Mendo", como todos los aficionados al teatro saben, la esencia de la misma y el verdadero jolgorio comienza cuando Don Mendo inicia su venganza repartiendo mandobles, verbales y de los otros, acompañándolos de frases más o menos ingeniosas tales como, aquélla en que, en respuesta a uno de los mahometanos enemigos dispuesto a "cargarse" a D. Mendo con su espada utilizando éste la frase previa, tabú para ellos " ¡Por Alá!", no solamente la esquiva hábilmente D. Mendo, sino que, además pletórico de habilidad y destreza, a su vez le ensarta con la suya con esta otra ¡"Por Alá, no: por aquí"!, momento éste en el que, el espectador anónimo al que me refería antes, no pudiendo aguantarse, se levantó de su asiento de espectador y, a voz en grito para que todo el público le oyera, exclamó: ¡Don Mendo, que me mondo!. De risa, naturalmente.
la historia de "la venganza de Don Mendo" me viene que ni pintiparada en este momento al relacionarla con el canto de ese gallito povedano que nos ha salido guapamente retratado para que no haya duda de que él es el "pichi" de la verbena, bien pertrechado en este caso de licencia para "largar" a su antojo sin venir a cuento dejando entrever con ello maldades inconfesables en los demás. Este "torquemada" de aldea que me anatematiza declarándome nulo al propio tiempo que ahueca sus alas cual gallo de corral con la pretensión de que se le vea más pomposo, más aguerrido y más desafiante entre sus gallinas, más le valiera estar calladito pues con ello nada ha ganado y sí más bien, probablemente, que se tope con algo que no ha perdido.
la historia de "la venganza de Don Mendo" me viene que ni pintiparada en este momento al relacionarla con el canto de ese gallito povedano que nos ha salido guapamente retratado para que no haya duda de que él es el "pichi" de la verbena, bien pertrechado en este caso de licencia para "largar" a su antojo sin venir a cuento dejando entrever con ello maldades inconfesables en los demás. Este "torquemada" de aldea que me anatematiza declarándome nulo al propio tiempo que ahueca sus alas cual gallo de corral con la pretensión de que se le vea más pomposo, más aguerrido y más desafiante entre sus gallinas, más le valiera estar calladito pues con ello nada ha ganado y sí más bien, probablemente, que se tope con algo que no ha perdido.