Y no me refiero a los taurinos.
La situación crítica actual en nuestro país obliga a formularnos una serie de preguntas que, como priuncipio, nos empujan a buscar culpables en virtud de lo que el viejo aforismo jurídico proclama: "quien es causa de la causa, es causa del mal causado". ¿Cuál es la que ha dado lugar, entonces, a esta marea restrictiva en lo económico que está alcanzando categoría de desastre en nuestra pequeñas economías familiares?, ¿a quién verdaderamente debemos responsabilizar del sufrimiento o malestar de miles o millones de familias y parados que a partir de ahora tendrán que soportar una situación que parece más propia de una economía de postguerra?, ¿qué pecado hemos cometido los ciudadanos de a pie para que se nos haga pagar lo que otros derrocharon o no previeron que podría derrocharse?.
Enseguida nos contestaría el economista de turno: la "burbuja inmobiliaria", especie de palabreja con la que se resume todo un conglomerado de actividades relacionadas con el mundo del ladrillo y la especulación cuyo resumen admite otro viejo dicho; "la avaricia rompe el saco". Era tanto lo que se ganaba volcando todos los recursos económicos en construir vivendas que, cegados por este afán, y pensando en los sustanciosos beneficios hipotecarios que la seguridad financiera de la Ley les proporcionaba que, en base a ello, las entidades bancarias se volcaron en préstamos a diestro y siniestro, fundamentalmente a constructores y promotores, aunque también a compradores, resultando que, al final, por saturación del mercado, la mitad se quedó sin vender, se paralizó la actividad laboral por la misma causa y ésta afectó en cadena a la inmensa mayor parte de los hipotecados que perdieron su puesto de trabajo con la consiguiente paralización de las amortizaciones afectando a miles de viviendas construidas, vendidas y sin vender, particularmente en Españan, vacías, muertas de risa ó de pena.
Todos sabemos que, precisamente la construcción es el principal motor de la actividad económica en razón a los múltiuples factores que en ella inciden moviendo mano de obra más que ninguna otra, estructuras y equipamientos, al menos en nuestro país, y si por añadidura, no se dispone de otros que lo suplan como al parecer desgraciadamentge nos ocurre, el resultado es éste. Más también han concurrido otros factores que será tema de otro día.
Saludos inmobiliarios.
La situación crítica actual en nuestro país obliga a formularnos una serie de preguntas que, como priuncipio, nos empujan a buscar culpables en virtud de lo que el viejo aforismo jurídico proclama: "quien es causa de la causa, es causa del mal causado". ¿Cuál es la que ha dado lugar, entonces, a esta marea restrictiva en lo económico que está alcanzando categoría de desastre en nuestra pequeñas economías familiares?, ¿a quién verdaderamente debemos responsabilizar del sufrimiento o malestar de miles o millones de familias y parados que a partir de ahora tendrán que soportar una situación que parece más propia de una economía de postguerra?, ¿qué pecado hemos cometido los ciudadanos de a pie para que se nos haga pagar lo que otros derrocharon o no previeron que podría derrocharse?.
Enseguida nos contestaría el economista de turno: la "burbuja inmobiliaria", especie de palabreja con la que se resume todo un conglomerado de actividades relacionadas con el mundo del ladrillo y la especulación cuyo resumen admite otro viejo dicho; "la avaricia rompe el saco". Era tanto lo que se ganaba volcando todos los recursos económicos en construir vivendas que, cegados por este afán, y pensando en los sustanciosos beneficios hipotecarios que la seguridad financiera de la Ley les proporcionaba que, en base a ello, las entidades bancarias se volcaron en préstamos a diestro y siniestro, fundamentalmente a constructores y promotores, aunque también a compradores, resultando que, al final, por saturación del mercado, la mitad se quedó sin vender, se paralizó la actividad laboral por la misma causa y ésta afectó en cadena a la inmensa mayor parte de los hipotecados que perdieron su puesto de trabajo con la consiguiente paralización de las amortizaciones afectando a miles de viviendas construidas, vendidas y sin vender, particularmente en Españan, vacías, muertas de risa ó de pena.
Todos sabemos que, precisamente la construcción es el principal motor de la actividad económica en razón a los múltiuples factores que en ella inciden moviendo mano de obra más que ninguna otra, estructuras y equipamientos, al menos en nuestro país, y si por añadidura, no se dispone de otros que lo suplan como al parecer desgraciadamentge nos ocurre, el resultado es éste. Más también han concurrido otros factores que será tema de otro día.
Saludos inmobiliarios.