No quisiera yo restar un solo instante al bien ganado protagonismo de Soso, acaparador por propios méritos de la povedanía de esta página cuya trascendencia al día de hoy es indiscutida e indiscutible. Laus Deo. Por tanto, y como la realidad manda, y yo prometí en mi última intervención terminar con el relato de los tristes episodios vividos por la "vieja-niña", es decir, por la que creemos que en la vida real fue la señora Pascuala, vecina en su día, con domicilio en la plaza mayor de la localidad, y a la vez desafortunada protagonista de episodios de mal recuerdo, por hoy sólo me referiré a uno de ellos que siendo yo niño conocí pues vivía en la casa de al lado.
Allá por el año 1946, y al parecer por razones que desconozco, ese año, repito, contra toda costumbre y siendo alcalde Luis García, no se celebró el primer domingo de octubre el acto profano más importante de la fiesta por antonomasia, cual era y es el festejo taurino de las vacas de lidia en la plaza del Ayuntamiento cercada por carros. Por tanto, quedaba dentro del recinto la casa-posada regida por la persona que ha inspirado el tema de la "vieja-niña". Las causas de la anulación del festejo el primer domingo de octubre las ignoro. Pero no las del segundo, pues se celebró ocho días después, es decir, al domingo siguiente. Diré por qué.
Aquel año, al parecer por decisión gubernativa superior, el Ayuntamiento estaba obligado a colaborar económicamente en la aportación de una partida determinada de carne procedente de ganado vacuno como un impuesto más, y la Corporación decidió que la entregarían con reses de lidia sacrificadas, pero previo uso de las mismas en el oportuno festejo taurino. Poveda de las Cintas, siempre ha sabido administrarse sacando provecho. En suma, que se repitió el festejo en la plaza con harto regocijo de los povedanos. Pero para la "señá" Pascuala no fue lo mismo por cuanto, estando ese día la posada ocupada con varios forasteros, y en las cuadras de la misma, estabulados los asnos cono los que se habían desplazado para tal fin, alguien desde el interior del portal en el transcurso de la corrida citó a una de las reses y ésta se introdujo en la casa llegando hasta las cuadras, lugar donde embistió a dos asnos (burros) de los que allí se encontraban dejándolos malheridos o muertos. En aquellos tiempos en que a los huéspedes no se les exigía el formalizar registro de entrada debidamente documentado pues no existía ni DNI, ni el tipo que dio lugar al desaguidado, ni los dueños de los animales malheridos, se hicieron cargo de los daños ocasionados. El disgusto de la buena señora, titular de la posada, debió ser de órdago y quizá, quizá, el principio de su fin pues, en su soledad, nadie debió salir en la defensa de sus intereses.
El susceso que un año después padeció, cabe suponer que fue el remate para su depauperada salud y su triste existencia. Pero esto lo dejamos para otro día.
Por hoy, saludos taurinos.
Allá por el año 1946, y al parecer por razones que desconozco, ese año, repito, contra toda costumbre y siendo alcalde Luis García, no se celebró el primer domingo de octubre el acto profano más importante de la fiesta por antonomasia, cual era y es el festejo taurino de las vacas de lidia en la plaza del Ayuntamiento cercada por carros. Por tanto, quedaba dentro del recinto la casa-posada regida por la persona que ha inspirado el tema de la "vieja-niña". Las causas de la anulación del festejo el primer domingo de octubre las ignoro. Pero no las del segundo, pues se celebró ocho días después, es decir, al domingo siguiente. Diré por qué.
Aquel año, al parecer por decisión gubernativa superior, el Ayuntamiento estaba obligado a colaborar económicamente en la aportación de una partida determinada de carne procedente de ganado vacuno como un impuesto más, y la Corporación decidió que la entregarían con reses de lidia sacrificadas, pero previo uso de las mismas en el oportuno festejo taurino. Poveda de las Cintas, siempre ha sabido administrarse sacando provecho. En suma, que se repitió el festejo en la plaza con harto regocijo de los povedanos. Pero para la "señá" Pascuala no fue lo mismo por cuanto, estando ese día la posada ocupada con varios forasteros, y en las cuadras de la misma, estabulados los asnos cono los que se habían desplazado para tal fin, alguien desde el interior del portal en el transcurso de la corrida citó a una de las reses y ésta se introdujo en la casa llegando hasta las cuadras, lugar donde embistió a dos asnos (burros) de los que allí se encontraban dejándolos malheridos o muertos. En aquellos tiempos en que a los huéspedes no se les exigía el formalizar registro de entrada debidamente documentado pues no existía ni DNI, ni el tipo que dio lugar al desaguidado, ni los dueños de los animales malheridos, se hicieron cargo de los daños ocasionados. El disgusto de la buena señora, titular de la posada, debió ser de órdago y quizá, quizá, el principio de su fin pues, en su soledad, nadie debió salir en la defensa de sus intereses.
El susceso que un año después padeció, cabe suponer que fue el remate para su depauperada salud y su triste existencia. Pero esto lo dejamos para otro día.
Por hoy, saludos taurinos.
Mensaje
Me gusta
No