POVEDA DE LAS CINTAS: MI VIEJO CAÑO QUERIDO....

MI VIEJO CAÑO QUERIDO.

Como aquel viejo tango cuya letra se iniciaba con la nostálgica alusión de la época, sin duda la más brillante que Carlos Gardel "sacralizó" con la armonía musical más original que yo he conocido y con el propio desgarro de su voz de inimitable estilo, aderezada en este caso con la más sentimental de las letras cuyo texto se iniciaba con aquél... "Mi Buenos Aires querido... cuando te volveré a ver...". Yo repetiría también esa letra con referencia a esta reliquia tan querida de nuestro Caño Viejo.

Salvando astronómicas distancias y diferencias, a mí también me sucede, en otro orden de cosas, con el Viejo Caño querido. Me sucedía y me sucede: " ¿... Cuando te volveré a ver...?". Si se me ocurriera un día llevar a cabo el intento, es decir, desplazarme para contemplarlo extasiado a su vera durante largo rato, y si alguien, por un casual, ajeno al evento, observara que un tipo desconocido con cara taciturna, absorto lo contemplara y además ensimismado, probablemente se preguntaría: ¿quién es ese chalao?... ¿qué se le habrá perdido por aquí?.

Pues se me han perdido, querido amigo, muchas cosas. Entre otras, la alegría de la niñez, aquella niñez que con nueve años de edad y algunos más, ya contribuía a las ayudas de la casa transportando como tantos otros de la misma edad, amarrado a las espaldas, debidamente sujeto con una gruesa cuerda de esparto, un cántaro de barro lleno a rebosar con dieciséis litros de la mejor agua que entonces existía, destinada a las necesidades domésticas. Cuando en las mañanas de aquellos crudos inviernos, que aún a las nueve horas, más o menos, nos encontrábamos ateridos de frio a temperaturas bajo cero, aquellos muchachos que íbamos al "caño", únicamente calentaban sus congeladas manos sacudiéndolas como aspas de molino, una y otra vez, por debajo de los sobacos. Y hasta gustábamos de saborear el carámbano con la ilusión de quien degusta un chocolate. ¡Qué tiempos aquéllos!; ¡Y con qué poquísimas cosas nos conformábamos!.

Perdonad que me repita, siempre el viejo caño. Algunos ya dirán, ¿hasta cuándo la misma "murga"?. Lo siento. Uno no puede por menos de recordarle, pese a todo, con la alegría de un rincón de tu vida para decirle: ¡MI VIEJO CAÑO QUERIDO, CUANDO TE VOLVERÉ A VER!.