REFLEXIONES A CONTRAPELO.
La postura que, a mi entender, adoptan los llamados apolíticos, o dicho de otro modo, la que nos merecen los "pasotas" en relación con los aconteceres que dimanan de las grandes decisiones de los que las manejan en las alturas, a mi entender no son más que que el resultado de una opción adoptada en forma libre y personal, pero indudablemente premeditada, que tanto puede obedecer a la postura egoista e insolidaria del que la adopta pensando siempre en que otros serán los que le resolverán los problemas que a él le afectan, o bien que los grandes problemas políticos sólo pertencen a otros, o a la sociedad en general, es decir, a ese ente abstracto y difuso cuyos efectos a él nunca le afectan y que, por ello, le resbalan. Al fin y al cabo, piensa que su voto es invisible e insignificante, o que su modesta opinión de nada sirve porque se perderá en el océano de los varios millones de opiniones que en uno u otro sentido se produzcan. Craso error porque semejante postura solo crea seres aborregados que ni pintiparados les viene a los que manejan los hilos de la alta política mediante mensajes subliminales que de este modo crean estados de opinión en provecho propio.
Lo de los indignados es harina de otro costal, merecedor de comentario aparte, desde luego más amplio, que dejaremos para otro días a fin de no cansar a los que se hayan tomado la molestia de leer estas opiniones.
La postura que, a mi entender, adoptan los llamados apolíticos, o dicho de otro modo, la que nos merecen los "pasotas" en relación con los aconteceres que dimanan de las grandes decisiones de los que las manejan en las alturas, a mi entender no son más que que el resultado de una opción adoptada en forma libre y personal, pero indudablemente premeditada, que tanto puede obedecer a la postura egoista e insolidaria del que la adopta pensando siempre en que otros serán los que le resolverán los problemas que a él le afectan, o bien que los grandes problemas políticos sólo pertencen a otros, o a la sociedad en general, es decir, a ese ente abstracto y difuso cuyos efectos a él nunca le afectan y que, por ello, le resbalan. Al fin y al cabo, piensa que su voto es invisible e insignificante, o que su modesta opinión de nada sirve porque se perderá en el océano de los varios millones de opiniones que en uno u otro sentido se produzcan. Craso error porque semejante postura solo crea seres aborregados que ni pintiparados les viene a los que manejan los hilos de la alta política mediante mensajes subliminales que de este modo crean estados de opinión en provecho propio.
Lo de los indignados es harina de otro costal, merecedor de comentario aparte, desde luego más amplio, que dejaremos para otro días a fin de no cansar a los que se hayan tomado la molestia de leer estas opiniones.