Sucede con frecuencia en Poveda, que incluso sin proponérnoslo, nombremos a las personas por el apodo. Es una costumbre tan generalizada que casi nadie se escandaliza o estalla en una crisis nerviosa si en vez de citarlo por su nombre le dicen: "el Rojo", "el Cubano", "el Mingo", "el Gustavo", (por hablar de los presentes), o tantos otros apodos con los que se nombran o identifican no sólo ya personas, sino a clanes y familias enteras.
Estos apodos, bien podríamos clasificarlos en dos tipos: el apodo obvio, que cualquiera al oirlo puede hacerse una idea aproximada de sus orígenes y no requiere ulterior explicación, como Rojo, Cubano, Mingo o Gustavo, y los apodos "esa es la Cosa", "el Galgo" o "la Historia Horrible", que requieren del suceso que le dio origen, porque sin este conocimiento previo el apodo no se entiende.
No están exentos de humorismo buena parte de estos apodos y se dan bajo dos circunstancias.
La primera es el momento en el que por lo general con sorna nos imponen el apodo. Por ejemplo:
(1) Un señor de cierta edad, albañil de profesión, está acodado en la barra de un bar y se lamenta casi a diario; lo mismo de la climatología, de los fracasos de su equipo de futbol o de la insólita curvatura de las tejas de el último pedido. No falta nunca cerca algún parroquiano que con una sonrisa entre dientes comenta: ¡Coño, ya está liado "El llorón de la Taberna "! La gracia se produjo en el momento en el que se puso el apodo y causó risa a los demás.
Si el apodo cae en gracia, lo más probable es que se quede para siempre con él y dependiendo de lo amigable del apodo se le conozca por él o se utilice solo cuando la persona en cuestión no este presente, llegando a tener algunos tanto arraigo que como nos comenta nuestro amigo Lupicinio se conozca a la persona por el apodo y no por el nombre.
(2) El mismo señor de cierta edad, medio discute con otro y le dice: por algo sera que te llaman "Metrin". A lo que el otro le contesta: pues por lo mismo que a ti te llaman "El llorón de la Taberna ". Y la anécdota a que da lugar causa el mismo efecto que el chiste bueno que nos incita a la risa por muchas veces que lo oigamos. ¿Por qué se da el efecto humorístico? A pesar de la connotación por lo general siempre burlesca que puede llegar a tener un apodo llegando incluso a herir a la persona que lo recibe, este hecho, también suele dotar de argumentos a los afectados para reírnos de nosotros mismos (muy propio de los povedanos), que aprendemos bastante rápido a seguirle el humor a nuestros ofensores.
Obviamente no diré nombres por si lo dicho sobre los povedanos no funciona, pero coexisten en nuestro pueblo un gran número de apodos tanto familiares como personales, donde los primeros engloban a toda una familia, y los segundos a una persona y en estos casos por lo general se cita el apodo junto al nombre para distinguirlo de otra persona con el mismo nombre: Manolo "Pantalones", Félix "el Rubio" o Luis "el Cojo", por ejemplo.
Pertenecen al primer grupo entre otros: los Zurdos, los Chanos, los Barulla, los Tadeos, los Cucos, los Chamosca, los Lagarto, los Pirundis, los Huérfanos, los Puchas, los Justinos, los Palomo, los Mancebos, los Duques, los Farranchos, los Morriña, Los Piloña, los Pintininas, los Rebojo o los Lobos.
De índole personal y que como digo suelen citarse a continuación del nombre, podemos citar: Sanina, Chicho, Cagancho, Pota, Mamaguevos, el Borracho los Palillos, Barranqueño, Pitorro, el Viti, el Marranero, la Vaquita, la Viuda, el Mocho, el Gallo, el Burro, Julio Romero de Torres, Balu, Mimí la Dulce, Chincheto, Cantares, el Indio, Mozo Mulas, Barreñas, el Melfo, el Chato, el Pirata, Garrulo, la Barbera, Guindilla, Manías, la Thatcher, Caballo, Palomas, Catico, Abogao, Chinarro, la Rana, Yiri, el Parro, Coca Avariciosa, Avioneto, Bogacha, Chuspi, Patata, Cachín, Pataló, el Rey, Cabertus, Tío Mayo o Moroco.
Que hacen referencia a la profesión o características propias de la persona: el Mudo, el Carretero, el Zapatero, el Cojo, el Molinero, el Feo, la Manca, el Zamorano, el Bizco, el Guapo o el Gordo.
Por último agregaré a la lista alguno con los que fui bautizado a lo largo de mi vida o me vienen de familia: "Mingo", mote familiar con el que se nos conoce a buena parte de la familia Yenes. "Zurdis", (derivación de zurdo), así me llamaba Angélica la del "Morucho" cuando la hacia enfadar, por manejarme en juegos y otras disciplinas con la izquierda. "El Indio de Luis", como me nombró en alguna ocasión Florencia la hermana de"la Chica", por usar en mi juventud una cinta en la cabeza para sujetarme la entonces muy abundante cabellera.
Humildemente pido disculpas si la presente relación ofende en algún modo a los interesados, pero... ¡que no se lo hubieran puesto!, ¿no?
Adrián
P. D. Ah, dejaba el mejor Santo por confesar y me olvidaba de "Pinxo". Perdóname buen amigo.
Estos apodos, bien podríamos clasificarlos en dos tipos: el apodo obvio, que cualquiera al oirlo puede hacerse una idea aproximada de sus orígenes y no requiere ulterior explicación, como Rojo, Cubano, Mingo o Gustavo, y los apodos "esa es la Cosa", "el Galgo" o "la Historia Horrible", que requieren del suceso que le dio origen, porque sin este conocimiento previo el apodo no se entiende.
No están exentos de humorismo buena parte de estos apodos y se dan bajo dos circunstancias.
La primera es el momento en el que por lo general con sorna nos imponen el apodo. Por ejemplo:
(1) Un señor de cierta edad, albañil de profesión, está acodado en la barra de un bar y se lamenta casi a diario; lo mismo de la climatología, de los fracasos de su equipo de futbol o de la insólita curvatura de las tejas de el último pedido. No falta nunca cerca algún parroquiano que con una sonrisa entre dientes comenta: ¡Coño, ya está liado "El llorón de la Taberna "! La gracia se produjo en el momento en el que se puso el apodo y causó risa a los demás.
Si el apodo cae en gracia, lo más probable es que se quede para siempre con él y dependiendo de lo amigable del apodo se le conozca por él o se utilice solo cuando la persona en cuestión no este presente, llegando a tener algunos tanto arraigo que como nos comenta nuestro amigo Lupicinio se conozca a la persona por el apodo y no por el nombre.
(2) El mismo señor de cierta edad, medio discute con otro y le dice: por algo sera que te llaman "Metrin". A lo que el otro le contesta: pues por lo mismo que a ti te llaman "El llorón de la Taberna ". Y la anécdota a que da lugar causa el mismo efecto que el chiste bueno que nos incita a la risa por muchas veces que lo oigamos. ¿Por qué se da el efecto humorístico? A pesar de la connotación por lo general siempre burlesca que puede llegar a tener un apodo llegando incluso a herir a la persona que lo recibe, este hecho, también suele dotar de argumentos a los afectados para reírnos de nosotros mismos (muy propio de los povedanos), que aprendemos bastante rápido a seguirle el humor a nuestros ofensores.
Obviamente no diré nombres por si lo dicho sobre los povedanos no funciona, pero coexisten en nuestro pueblo un gran número de apodos tanto familiares como personales, donde los primeros engloban a toda una familia, y los segundos a una persona y en estos casos por lo general se cita el apodo junto al nombre para distinguirlo de otra persona con el mismo nombre: Manolo "Pantalones", Félix "el Rubio" o Luis "el Cojo", por ejemplo.
Pertenecen al primer grupo entre otros: los Zurdos, los Chanos, los Barulla, los Tadeos, los Cucos, los Chamosca, los Lagarto, los Pirundis, los Huérfanos, los Puchas, los Justinos, los Palomo, los Mancebos, los Duques, los Farranchos, los Morriña, Los Piloña, los Pintininas, los Rebojo o los Lobos.
De índole personal y que como digo suelen citarse a continuación del nombre, podemos citar: Sanina, Chicho, Cagancho, Pota, Mamaguevos, el Borracho los Palillos, Barranqueño, Pitorro, el Viti, el Marranero, la Vaquita, la Viuda, el Mocho, el Gallo, el Burro, Julio Romero de Torres, Balu, Mimí la Dulce, Chincheto, Cantares, el Indio, Mozo Mulas, Barreñas, el Melfo, el Chato, el Pirata, Garrulo, la Barbera, Guindilla, Manías, la Thatcher, Caballo, Palomas, Catico, Abogao, Chinarro, la Rana, Yiri, el Parro, Coca Avariciosa, Avioneto, Bogacha, Chuspi, Patata, Cachín, Pataló, el Rey, Cabertus, Tío Mayo o Moroco.
Que hacen referencia a la profesión o características propias de la persona: el Mudo, el Carretero, el Zapatero, el Cojo, el Molinero, el Feo, la Manca, el Zamorano, el Bizco, el Guapo o el Gordo.
Por último agregaré a la lista alguno con los que fui bautizado a lo largo de mi vida o me vienen de familia: "Mingo", mote familiar con el que se nos conoce a buena parte de la familia Yenes. "Zurdis", (derivación de zurdo), así me llamaba Angélica la del "Morucho" cuando la hacia enfadar, por manejarme en juegos y otras disciplinas con la izquierda. "El Indio de Luis", como me nombró en alguna ocasión Florencia la hermana de"la Chica", por usar en mi juventud una cinta en la cabeza para sujetarme la entonces muy abundante cabellera.
Humildemente pido disculpas si la presente relación ofende en algún modo a los interesados, pero... ¡que no se lo hubieran puesto!, ¿no?
Adrián
P. D. Ah, dejaba el mejor Santo por confesar y me olvidaba de "Pinxo". Perdóname buen amigo.