LLUVIAS DE MI INFANCIA
Ya que M. P me reprocha que suelo escribir poco, aunque yo ya disfruto leyendo lo que se comenta en el foro.
Me voy ha permitir hacer un recordatorio de un hecho, que siempre que evoco me transporta a mi niñez en el pueblo, y ahora que estamos en otoño me viene a la memoria.
Recuerdo épocas donde las lluvias duraban días y días, era casi siempre en temporada de ir a la escuela, días grises y lluviosos, hasta el punto de no poder disfrutar del recreo, pasarlo muy bien bajo los porches, siempre había algún juego para la ocasión. Recuerdo con mucho placer aquellas noches de otoño, donde el ruido de la lluvia sobre los tejados me acompañaba hasta que el sueño me vencía; a la mañana siguiente, sorprendido por el silencio reinante, me concentraba en escuchar si había señales de lluvia en el exterior, parecía que esta se despertase también, ya que a los pocos minutos volvía a escucharse su sonido ligero y persistente, dejando claro su presencia, y así largas temporadas, tanto en otoño como en primavera y algún que otro día de invierno, (esta época del año en el pueblo, es capitulo aparte).
Estábamos tan acostumbrados a convivir con estos días húmedos, que no era ningún inconveniente para nosotros poder jugar y corretear bajo la lluvia, mojarnos y saltar en los charcos para salpicar a los compañeros-eras.
Añoro las lluvias, no solo por sentirme bien viéndola caer por la ventana, me agolpan los recuerdos de mi infancia en el pueblo, ahora los días que esta me acompaña llego a la conclusión, que no solo refresca los campos, ahora que llueve mucho menos, también me refresca el corazón por todo lo que ella representa para nuestra subsistencia.
Y no es una cursilada. Manchega.
Ya que M. P me reprocha que suelo escribir poco, aunque yo ya disfruto leyendo lo que se comenta en el foro.
Me voy ha permitir hacer un recordatorio de un hecho, que siempre que evoco me transporta a mi niñez en el pueblo, y ahora que estamos en otoño me viene a la memoria.
Recuerdo épocas donde las lluvias duraban días y días, era casi siempre en temporada de ir a la escuela, días grises y lluviosos, hasta el punto de no poder disfrutar del recreo, pasarlo muy bien bajo los porches, siempre había algún juego para la ocasión. Recuerdo con mucho placer aquellas noches de otoño, donde el ruido de la lluvia sobre los tejados me acompañaba hasta que el sueño me vencía; a la mañana siguiente, sorprendido por el silencio reinante, me concentraba en escuchar si había señales de lluvia en el exterior, parecía que esta se despertase también, ya que a los pocos minutos volvía a escucharse su sonido ligero y persistente, dejando claro su presencia, y así largas temporadas, tanto en otoño como en primavera y algún que otro día de invierno, (esta época del año en el pueblo, es capitulo aparte).
Estábamos tan acostumbrados a convivir con estos días húmedos, que no era ningún inconveniente para nosotros poder jugar y corretear bajo la lluvia, mojarnos y saltar en los charcos para salpicar a los compañeros-eras.
Añoro las lluvias, no solo por sentirme bien viéndola caer por la ventana, me agolpan los recuerdos de mi infancia en el pueblo, ahora los días que esta me acompaña llego a la conclusión, que no solo refresca los campos, ahora que llueve mucho menos, también me refresca el corazón por todo lo que ella representa para nuestra subsistencia.
Y no es una cursilada. Manchega.