OFERTA LUZ: 5 Cts/kWh

LAGUNILLA: UNA HUERTA Y EL “NO SÉ QUÉ”...

UNA HUERTA Y EL “NO SÉ QUÉ”

En su casa cada uno hace a su capricho. Mi cuñado Demetrio (en paz descanse) tuvo una huerta rayana al río, fue por estos lares; cultivaba tomates, alubias; lechugas, cebollas… Patatas también ¡Claro! Todo lo que cabía en aquel recóndito espacio sin llegar a invadir la zona de recreo. Ya entendéis, esa sombra con césped donde la siesta y las partidas de cartas que, tras la suculenta parrillada de lo que sea, resulta el mejor tiempo invertido en la huerta. Si no fuese por esos ratos de qué íbamos a ir; para tirar del azadón en un día de fiesta no merece la pena. Pues en ese perímetro, ya sacado de sombra, puso una larga manga de regadío, toda ella picada, sobre un cándido corredor de las parras; a dos metros de altura ondeaba sinuosa la manga que nos servía de ducha cuando arrancaba el motor de la bomba y sustraía el agua del rio ¡Qué agradecido era sacarse el sudor del verano en aquella improvisada ducha! Bañarse en el río también, lo que pasaba es que, al salir de él, se nos untaba los pies de barro. No tenía un acceso cómodo pero, en aquella rampla que bajaba hacia el cauce, algunos días poníamos cepos ¿Qué si caían? Ya lo creo. De madrugada más que nunca. Eran hermosos de tamaño, si yo entendiera más de aves; os podría decir si eran malvices, tordos o mirlos; sólo sé que estaban muy ricas allí peladas y formando parte de nuestro caldero. Pasan tantos bichos por el campo que nunca faltaba excedente. A mí no me gustaba mucho que se maleara la comida. Si toca cordero… ¡Cordero! Que arroz con pollo ¡Pues arroz con pollo! ¿Qué era eso de… ¡venga! Como hemos pillado unos pajarillos ¡Toma también revuelto de pajarillos! ¿Para qué?

Se me hace tarde ¡Buenas noches!