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LAGUNILLA: Yo pienso que si Fuljen viese esta foto, pudiese reconocer...

Esta fotografía me recuerda las veces que mi madre nos comentaba lo mucho que le gustaba ir al baile que todos los domingos y festivos o, cuando se diera la oportunidad, se celebraban en los salones que a esos efectos existían en la carretera.
El baile era una de las pocas diversiones que tenían los jóvenes de la época y su atracción era fascinante para todos ellos. Pero no siempre se podía ir. Los inconvenientes venían siempre por el cumplimiento de las obligaciones que a cada cual le correspondían o la autoridad paterna asignaba; con independencia, de que, entonces las mujeres no podían ir sin permiso a cualquier lugar y, desde luego, a partir de determinada hora, además de el permiso expreso, se requería que la "autoridad" tuviera un tanto de felexibilidad.
El caso es que al abuelo no le gustaba que sus hijas fueran al baile después de las 22:00 horas, con el consiguiente disgusto y ruegos de las tres, sobre todo las dos mayores. Sin embargo, a las primeras negativas del abuelo, acudía siempre en auxilio de sus hermanas, el mayor de los hermanos, Guillermo. Este, con carácter y personalidad, intercedía con vehemencia ante el padre haciendose resposable de las mismas y, con el silencio cómplice de la abuela, conseguía doblegar la volutad férrea del abuelo.
De esta forma las chicas lograban sus objetivos, siempre con el compromiso de que a la mañana siguiente estarían estrictamente cumpliendo con sus obligaciones: ayudar a su madre, ir a coger aceitunas, llevar el ganado a pastar o aquello que se pudiera terciar en cada momento.
Los jóvenes de la época eran como los de siempre. Les gustaba la diversión, trabajaban como el que más y en general eran buena gente, pero estaban sometidos a la autoridad de los padres, que solían acatar sin rechistar, seguían las costumbres de sus mayores, aunque, por supuesto, también tenían sus apiraciones de futuro y ponían su empeño en mejorar.
El abuelo, en este aspecto, hacía más o menos lo que había aprendido de sus padres. Primero el trabajo y después la diversión. A él de jovencito también le gustaba el baile y, siempre que había fiesta en Lagunilla, no desaprovechaba la oportunidad, aunque le supusiera no tener que dormir y al día siguiente estar en el tajo a la hora marcada, tampoco le importaba tener que hacer el camino desde Hornacinos al pueblo al caer la tarde y viceversa al amanecer. ¡Cuantas veces nos lo repatía!
De sus amigos de Lagunilla, mi madre siempre nos habló con las mayores de las consideraciones y aprecios. La devoción por su hermano Guillemo, era enorme. Estos de la fotografía, eran sus amigas y amigos. Mi madre ya no puede decirnos sus nombres, ni siquiera recuerda el mío o quien soy, pero no se olvida del nombre del lugar donde nació. En esta fotografía está con todos ellos y, aunque falta su hermano, también están algunos de sus primos y primas.

Yo pienso que si Fuljen viese esta foto, pudiese reconocer algunas personas ya que al lado de tu madre, esta la suya. Un abrazo.