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LAGUNILLA: LA CASA III...

LA CASA III

Encima de la bodega y la cuadra, tenía una parte destinada a pajar, que comunicaba directamente con la segundo a través de la escalera interna. En este lugar, se almacenaba el heno, paja y granos que servirían para el alimento del ganado; si era espaciosa, también utilizaba para el depósito de sandías, calabazas, melones, las judías secas antes de quitarles la vaina, y otros frutos que nuestra tierra, convenientemente cultivada, generosamente ofrecía. Así mismo, allí se guardaba el trillo, el timón o palo largo que lo unía al yugo, bieldro de una pieza de palo blanco de fresno, tornadera, pala y rastrillo del mismo material para el uso en la era, criba, media fanega para medir el grano de la cosecha, etc.
A la parte habitable, se accedía por una escalera de madera que partiendo del portalillo desembocaba en lo alto en un descansillo o pasillo enlosado de cerámica y un zócalo de madera, que unía las distintas habitaciones que en la misma existían. En un lateral, colgaba un perchero de la pared sobre el que se colocaba la pelliza, el abrigo, la gorra o el sombrero tan característico en nuestros paisanos de la época.
Allí se encontraba la sala, con una puerta de doble hoja de madera, se utilizaba para reuniones y celebraciones especiales, era espaciosa, disponía de gran mesa rectangular y sillas, armarios, trincheros o aparadores llenos manteles, vajilla y cubertería para los días de gala familiar, y, sobre ellos, las fotografías de los familiares ausentes; un baúl con mantas y el lavabo –mueble de madera con palangana de porcelana, jarrón blanco de metal para el agua limpia, cubo de lata blanco para la sucia y espejo- utilizado para el aseo matinal. Adosada a la sala, con acceso desde la misma y solo separada por una cortina ricamente bordada que colgaba de una barra metálica con los extremos de latón dorados y acabados como en una bola con pico, estaba la alcoba o alcobas, ya que a veces había hasta dos. En cada una de ellas una cama con cabeceros de hierro y latón dorado; eran altas, tenían varias mantas, siendo el colchón y la almohada, generalmente de lana de oveja, las sábanas y el almohadón tenían una tira bordada, la sábana había sido hecha a ganchillo. Junto a la cama la mesilla de noche con dos espacios, el de arriba, más estrecho era un cajón, en el se guardaba el pijama y otras prendas, el de abajo, más amplio y contenía otras cosas. Debajo de la cama el orinal o bacinilla enlozada en blanco con el asa azul.
La sala se adornaba con cuadros de la boda de los propietarios, del Crucificado, de alguna Virgen o de la Sagrada Familia, también un gran espejo colgaba de una de las paredes completando de esta forma al resto de espejos que la estancia ofrecía: el del lavabo y el de la puerta del armario.
Existía otra salita con más o menos similares elementos a la anterior y una alcoba más, esta con dos camas de las mismas características que las anteriores. El mobiliario era parecido, en lugar de mesa rectangular, había era una camilla, con su brasero y todo, el armario, el lavabo, el baúl, etc. Era un lugar más de estancia, costura y estudio. No faltaba la máquina de coser a pedales, ni tampoco el reclinatorio de madera, pintado de negro, con apoya brazos y rodillas de fieltro rojo relleno de otro material blando y suave, que llevaban las mujeres cuando iban a misa. El cestillo de costura y bastidor para bordar no andaban lejos.
Estas estancias se encontraban pintadas en cal blanca y reluciente, pues todos los años, por primavera se solían blanquear.
Esta parte de la casa solía ser la más caliente, pues al calor que la cuadra desprendía, hay que tener en cuenta la posición intermedia en que se encontraban estas estancias, lejos del suelo y el tejado. No obstante, en invierno, debajo de la mesa, se ponía sobre la caja el brasero con su correspondiente badila y alambrera. El combustible usado era cisco de encina o con borrajo del fuego de la lumbre baja de la cocina.
Por supuesto, existían unas altas ventanas en las salas que más parecían balcones, estas eran de madera, de dos hojas y en cada una de ellas había tres cristales, tenían visillos y para tener oscuridad bastaba correr la cortina de que estaban dotadas o cerrar los cuarterones. El cierre se hacía desde dentro sin necesidad de abrir la ventana. Todos los cierres eran de herrajes de hierro. Incluso había alguna puerta que comunicaba a una galería o balcón, lo que les proporcionaba ventilación y luz. Los techos y suelos eran de madera, al igual que las escaleras por las que se accedía.