¡Que rico está el queso de cabra! sea tierno o curado, en acéite o pimentón. Y qué recuerdos me traen a mi memoria los animales productoras de este manjar que elaboran las expertas manos de artesanos como las de Antonio.
En el pueblo hay otra quesería que también los elabora y en alguna ocasión los he probado. También muy buenos. ¿Cómo se llama? La Yedra, puede ser, pero no recurdo.
Mi memoria me traslada a mi infancia. Me hace ver, junto con alguno de mis primos y el abuelo, que con un jarro de metal dorado nos encaminábamos a la majada. Mi abuelo tenía una o dos cabras, estas eran cuidadas por un cabrero que además de las suya atendía a las de otros particulares, todos los días las llevaba a pastar o ramonear por los monte. Al atardecer, las traía cerca del pueblo, a la majada, que la tenía ubicada cerca del Molino, en la carretera de Valdelajeve.
Como digo, todas las tardes de verano nos acercábamos con el fin de ordeñar a las cabra y llevar leche para el desayuno (mi abuelo también tenía vacas, alguna mixta que daba mucha y buena leche). Siempre después de ordeñada, el abuelo nos daba a probarla a los niños. ¡Cuanto nos gustaba! estaba calentita y muy rica. El jarro nos lo pasábamos de unos a otros y casi dabamos buena cuenta del contenido del mismo.
Nunca nos sentó mal. Ni un mal dolor de barriga. ¡Pero como estaba!
En el pueblo hay otra quesería que también los elabora y en alguna ocasión los he probado. También muy buenos. ¿Cómo se llama? La Yedra, puede ser, pero no recurdo.
Mi memoria me traslada a mi infancia. Me hace ver, junto con alguno de mis primos y el abuelo, que con un jarro de metal dorado nos encaminábamos a la majada. Mi abuelo tenía una o dos cabras, estas eran cuidadas por un cabrero que además de las suya atendía a las de otros particulares, todos los días las llevaba a pastar o ramonear por los monte. Al atardecer, las traía cerca del pueblo, a la majada, que la tenía ubicada cerca del Molino, en la carretera de Valdelajeve.
Como digo, todas las tardes de verano nos acercábamos con el fin de ordeñar a las cabra y llevar leche para el desayuno (mi abuelo también tenía vacas, alguna mixta que daba mucha y buena leche). Siempre después de ordeñada, el abuelo nos daba a probarla a los niños. ¡Cuanto nos gustaba! estaba calentita y muy rica. El jarro nos lo pasábamos de unos a otros y casi dabamos buena cuenta del contenido del mismo.
Nunca nos sentó mal. Ni un mal dolor de barriga. ¡Pero como estaba!