Iconos de un festín, de productos tan naturales y serranos como salvajes regalos que nos concede nuestra tierra. Bajo ellos están las manos curtidas por el clima otoñal de esas gentes montañeras que aprovechan las estaciones para llenar sus despensas. Hongos, uvas; castañas o setas que, aderezadas en sus sartenes, acompañan las mesas. También habrá cazadores de certero tino que juntará las becadas al menú de esta suculenta remesa. Los huesos sobrantes que lamen nuestros canes al calor de tal fiesta, me refieren la sustancia de ese calor compartido de pueblo al que hoy falto y otros, por mejor suerte, ya están sentados ante el plato lleno de sus pasadas aventuras en la sierra.