Vamos haber si ahora dejamos este foro vailando en el aire. Porque todos los que entrais a leernos no escribis unas letras, yo tengo un monton de amigos que no digo sus nombres porque no se molesten pero podiais incorporaros que no os va comer nadie (entre ellos esta mi hermano) ya sabes Pedro, tu tambien conoces a mucha gente del pueblo, empieza tu el primero veras como se van incorporando todos, porque nuestro pueblo es pequeño pero los de mi generacion no hemos envejecido estamos como cuando teniamos 17 años (jajaja) verdad JM, porque alguna arruga tenemos pero por dentro estamos igual de jovenes. Anita guapa que ya se que ahora hace mucho calor por ahi pero despues de refrescarte nos cuentas cossas que estoy deseando ver tus escritos. Resulta que la que menos puede soy yo y aqui me teneis. Un beso para todos
Aprovecho un día de sosiego para daros ánimos y felicitaros a todos. He leido todos los días el foro pero... ¡cuándo voy a pillar unas vacaciones! No desanimeis y ¡aupa con nuestro foro! Les deseo lo mejor para estas fechas.
PUEBLO y DESTINO SON AZARES POR LOS QUE HOY CAMINO
Recuerdo unas Navidades lejanas, atadas de nieves y fríos; tratadas con humildes hogazas de pan regadas en vino con azúcar y almendras (nueces también). Un puchero enorme de leche en el que, las queridas manos de mi madre, dejaban caer virutas de una gruesa tableta de chocolate. Con una pequeña navaja, sentada en aquella pequeña silla de madera pulida y moldeada, tan luctuosa y pobre en sus culeras de enea. Un pañuelo triste en su cabeza. Y los trocitos saltaban: ¡plum… plum! Se ahogaban. Cuando al fin terminó subió al trípode el puchero y dejó que el flamear de las llamas hiciere su trabajo. Removió de vez en cuando al tanto que la leche cobraba el típico color del chocolate que se fundía. Ya desprendía vahos de rico aroma y borbotando sucesivamente se espesaba, tomaba aquella suculenta viscosidad que se adhería al cucharón de madera y que tan rico lubricado dejaba en los bizcochos y el pan.
A mis hermanos les gustaban las patatas “cascarillas”. Cocían con su cascara unos minutos, luego se enfriaban para pelarlas y cortarlas en gruesas rodajas que se pasaban por harina y huevo. Se freían para volverlas a juntar a un escabechado de cebolla gratinada con su aceite virgen de oliva y unos chorritos de vinagre y agua. No faltaban las especias de ajo y perejil para terminar de hervirlas con dos hojas de laurel. El caldo se enriquecía al asomo del rebozado y, tanto las patatas como éste, le aportan un grado de importancia excelente a este tubérculo que tan querido es para todos nosotros.
Son estas invernales fechas las que me retornan a esa casucha de antaño y, la mente, solo recibe estampas fugaces de unos momentos tan ancestrales como aquel medio de vida bajo las combadas vigas de aquel hogar.
Por qué siempre, a cada momento que intento mejorar, me comparo con aquel pueblo perdido en la sierra y no sobre esta realidad de ahora, de mi trayectoria más próxima; a fin de cuentas, en la cuna donde vi la luz no pasé más de seis años. Es el grito de una añoranza o el despecho errante de un alma arrancada, robada a un pueblo que aún le busca y lo reclama; la tierra y la sangre; el espacio natural de una especie humana única. La mía. Diferentes caracteres e idiomas me rondan a diario y, ninguno es el propio, para responder a esas infinitas preguntas que para mis adentros me hago. Debo regresar a los principios (me digo) si quiero comprender el presente. Repasar mis ancestrales progenitores, procesar sus virtudes y, con suerte, comprenderé las mías. Busco las verdades y, con ellas, mi verdad.
¡Hasta pronto!
PUEBLO y DESTINO SON AZARES POR LOS QUE HOY CAMINO
Recuerdo unas Navidades lejanas, atadas de nieves y fríos; tratadas con humildes hogazas de pan regadas en vino con azúcar y almendras (nueces también). Un puchero enorme de leche en el que, las queridas manos de mi madre, dejaban caer virutas de una gruesa tableta de chocolate. Con una pequeña navaja, sentada en aquella pequeña silla de madera pulida y moldeada, tan luctuosa y pobre en sus culeras de enea. Un pañuelo triste en su cabeza. Y los trocitos saltaban: ¡plum… plum! Se ahogaban. Cuando al fin terminó subió al trípode el puchero y dejó que el flamear de las llamas hiciere su trabajo. Removió de vez en cuando al tanto que la leche cobraba el típico color del chocolate que se fundía. Ya desprendía vahos de rico aroma y borbotando sucesivamente se espesaba, tomaba aquella suculenta viscosidad que se adhería al cucharón de madera y que tan rico lubricado dejaba en los bizcochos y el pan.
A mis hermanos les gustaban las patatas “cascarillas”. Cocían con su cascara unos minutos, luego se enfriaban para pelarlas y cortarlas en gruesas rodajas que se pasaban por harina y huevo. Se freían para volverlas a juntar a un escabechado de cebolla gratinada con su aceite virgen de oliva y unos chorritos de vinagre y agua. No faltaban las especias de ajo y perejil para terminar de hervirlas con dos hojas de laurel. El caldo se enriquecía al asomo del rebozado y, tanto las patatas como éste, le aportan un grado de importancia excelente a este tubérculo que tan querido es para todos nosotros.
Son estas invernales fechas las que me retornan a esa casucha de antaño y, la mente, solo recibe estampas fugaces de unos momentos tan ancestrales como aquel medio de vida bajo las combadas vigas de aquel hogar.
Por qué siempre, a cada momento que intento mejorar, me comparo con aquel pueblo perdido en la sierra y no sobre esta realidad de ahora, de mi trayectoria más próxima; a fin de cuentas, en la cuna donde vi la luz no pasé más de seis años. Es el grito de una añoranza o el despecho errante de un alma arrancada, robada a un pueblo que aún le busca y lo reclama; la tierra y la sangre; el espacio natural de una especie humana única. La mía. Diferentes caracteres e idiomas me rondan a diario y, ninguno es el propio, para responder a esas infinitas preguntas que para mis adentros me hago. Debo regresar a los principios (me digo) si quiero comprender el presente. Repasar mis ancestrales progenitores, procesar sus virtudes y, con suerte, comprenderé las mías. Busco las verdades y, con ellas, mi verdad.
¡Hasta pronto!
Yo tambien quiero felicitar a todas las personas que entran en el foro aunque no escriben pero sì, nos leen todos los dias y se positivamente que son bastantes.
Pedro tu que das vida a este foro a ver si sigues escribiendo como lo hacias antes.
Las patatas que pones me parece que son las escabechadas nunca, las he hecho pero si las he comido a ver si Rubi nos pone la receta y las hacemos.
Un saludo para todos.
Pedro tu que das vida a este foro a ver si sigues escribiendo como lo hacias antes.
Las patatas que pones me parece que son las escabechadas nunca, las he hecho pero si las he comido a ver si Rubi nos pone la receta y las hacemos.
Un saludo para todos.
