EL SENTIDO DE VIVIR
Una tarde te encuentras atrapado en tu puesto de trabajo, maldiciendo la digestión de cuanto comiste porque te entorpece el ritmo de tus movimientos y, en vez de una buena siesta, tomas el pulso a todo un desmadre de acontecimientos laborales. Te contaminas de ansiedad y estrés, te mientes a ti mismo (crees que te gusta) y lo afrontas con la ironía del buen humor. Despachas a las “marías” y a tus superiores con la gracia de quien gobierna el barco impolutamente. Pero la cruda realidad es que deseas salir cuanto antes de ese putrefacto ambiente que, lejos de aportarnos mucha buena salud, nos envilece y envejece con la misma impiedad que nos empobrece ¿Quién inventó el trabajo? Maldecimos. Y nos duele saber que es el único medio real para obtener la poca dignidad que nos queda. Todos nuestros bienes proceden de esa entrega ineludible al trabajo. Nuestra seguridad y nuestra existencia dependen de él. Sobrevivir, desde ya tiempos muy remotos, depende de esta aceptación en la que cada uno de nosotros nos bautizamos con diferentes oficios y, tras de ellos nos honramos en formar parte de un sistema y una sociedad que se alimenta coordinadamente de sus variedades para garantizarnos un medio de vida y protección.
¡Buen provecho!
Una tarde te encuentras atrapado en tu puesto de trabajo, maldiciendo la digestión de cuanto comiste porque te entorpece el ritmo de tus movimientos y, en vez de una buena siesta, tomas el pulso a todo un desmadre de acontecimientos laborales. Te contaminas de ansiedad y estrés, te mientes a ti mismo (crees que te gusta) y lo afrontas con la ironía del buen humor. Despachas a las “marías” y a tus superiores con la gracia de quien gobierna el barco impolutamente. Pero la cruda realidad es que deseas salir cuanto antes de ese putrefacto ambiente que, lejos de aportarnos mucha buena salud, nos envilece y envejece con la misma impiedad que nos empobrece ¿Quién inventó el trabajo? Maldecimos. Y nos duele saber que es el único medio real para obtener la poca dignidad que nos queda. Todos nuestros bienes proceden de esa entrega ineludible al trabajo. Nuestra seguridad y nuestra existencia dependen de él. Sobrevivir, desde ya tiempos muy remotos, depende de esta aceptación en la que cada uno de nosotros nos bautizamos con diferentes oficios y, tras de ellos nos honramos en formar parte de un sistema y una sociedad que se alimenta coordinadamente de sus variedades para garantizarnos un medio de vida y protección.
¡Buen provecho!