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LAGUNILLA: La calle despertaba e iban apareciendo los vecinos....

La calle despertaba e iban apareciendo los vecinos. Una señora de pelo claro, a media melena; luce guapa y elegante, baja presurosa la pendiente suave en la que nos encontramos y nos saluda. Es mi prima Maricarmen, hermana de “El primer ciclista de Lagunilla”. Dos besos y cuatro palabras para memorizar la familia; va apurada de tiempo. Nosotros intentamos seguir al señor Damián pero ya no está a nuestra vista y, cada paso que damos en su busca se pierde en saludos oportunos con Ricardo el hijo de Genoveba y Vicentón que monta una bicicleta oscura y, sobre su cesta lleva, lleva provisiones como para pasar la mañana fuera de casa. Es un sujeto extraño amparado bajo una gorra raída y un bigote mal marcado; un cuerpo sin su camisa, desnudo al sol de esta mañana; se muestra lacónico el amigo que parte hacia su desierto; su rincón de anacoreta. Somos libres y marchamos recogiendo el saludo de otro vecino y el padre de éste; son Miguel y Gregorio “el coquillo”. Miguel se muestra alegre y amigable unos minutos y prosigue en su que hacer mientras que Gregorio nos confiesa sus reflexiones y preocupaciones de algo tan personal y privado que, con vuestra licencia me lo voy a reservar. Le animo a que acepte el presente y olvide los malos sinsabores de un pasado que nada bueno puede aportar a la felicidad que se merece disfrutar hoy.
Al fin. Ya hemos alcanzado la casa de Damián. Apartamos la persiana con la mano y, metiendo mi hermano la cabeza, lo llama. Sale su hija Emiliana a recibirnos y yo me adelanto con la buena nueva:
- ¡Les traigo recuerdos y un par de besos de la Argentina! Vengo en nombre de Ana María Pineros, sobrina del señor Damián.
Emiliana dio unas voces requiriendo su presencia y, tras de él, se acercaba torpemente su hermana María que, al parecer, ahí también se hospedaba. Salieron al poyo de la puerta para que yo los fotografiara y a ambos di dos besos mensajeros que desde la América llegaban y, a la prima también besé en la cara; daba gusto mirarlos y contemplar tal alegría.
-Señor Damián… ¿Eran mi padre y usted muy buenos amigos?
- ¡Cómo no! Siempre nos cambiábamos el pan.
Emiliana no quería salir en la foto, sus ojos azulones recelaban, pero se le veía muy feliz de ver tan ilusionados a su padre y su tía. Me despedí con otros tantos besos y mi palabra de que estas fotos Ana María las vería; si salen bien claro.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Pedro que bien narras todas las cosas me encanta yo no he podido ir a las fiestas estuve hace quice dias pero me encantan que vieras a Ricardito y a Miguel con su padre son familia nuestra.
Yo tambien saludé a Damian que estaba sentado en el pollo ya tarde cuando pasé y le dije que una sobrina de Argentina que se llama Ana Maria entraba mucho en el foro de Lagunilla.

Un saludo.