Una letrilla llegada hasta nuestros días y puesta en boca de los moros al abandonar estas tierras, dice así:
¡Ay, Hornacín, Hornacín, / si supieran los cristianos / el oro que queda en ti, / ni de día, ni de noche / dejarían de bullir
¡Ay, Hornacín, Hornacín, / si supieran los cristianos / el oro que queda en ti, / ni de día, ni de noche / dejarían de bullir