ALDEANUEVA DE FIGUEROA: LEYENDAS URBANAS DE MI PUEBLO....

LEYENDAS URBANAS DE MI PUEBLO.

1.- Cuentan que, antiguamente, el velatorio del muerto se hacía en el cementerio, junto a la sepultura en que, al amanecer, sería enterrado.
Estando varios varones velándolo, y sintiendo hambre, decidieron salir del cementerio para robar (¿) uvas en un majuelo cercano.
Al que se quedó velándolo (no era, ni moral ni socialmente, correcto dejar sólo al cadáver) se le ocurrió la manera de darle una broma a los improvisados ladrones (¿), así que, ni corto ni perezoso, sacó al cadáver del ataúd, lo sentó en una de las sillas de los velantes/veladores y se metió él en el ataúd.
Como era una noche cerrada los “uveros” le ofrecieron racimos al velante/velador sentado en la silla y como éste no respondía, el del ataúd, se levanta y, con voz de ultratumba, dijo: “si no los quiere ése dádmelos a mí”.
Los otros, hasta uno que era algo cojo, de un brinco saltaron la tapia del cementerio.
Y bastante tiempo que tardó el “resucitado” para, a gritos y encaramado en la tapia, convencerlos de que todo había sido una broma.

2.- Yo fue testigo, de niño, de algún ataúd en la baca del coche de línea.
En aquellos tiempos no se hacían los ataúdes en las carpinterías del pueblo sino que se comprobaban y venían de Salamanca, arriba, en la baca de La Serrana Coca, junto con las maletas y demás bultos, colocados en el centro, porque una bancada, para asiento de viajeros, recorría el perímetro de la misma (yo mismo, alguna vez, vine sentado allí, como si fuera un descapotable, como esos autobuses turísticos que, hoy, recorren, en itinerarios, las ciudades.
Se subía por una escalera en la parte de atrás del autobús.

Cierto día, venía un ataúd en la baca.
Como ya no cabían más viajeros dentro del autobús, uno de ellos, el último, subió arriba, a la baca.
Empezó a llover.
Y lo que se le ocurrió al viajero descapotado fue meterse en el ataúd, para no mojarse.
En los siguientes pueblos los viajeros fueron subiendo a la baca.
En un momento del viaje se levanta la tapa del ataúd y asoma una mano al tiempo que se oye: ¿“ha dejado ya de llover”?
Y personas que se lanzan desde arriba. Heridos muchos. Muertos no sé si hubo alguno.

3.- La “catalepsia”.
Se cuenta que Fray Luis de León fue enterrado vivo.
Su féretro se encuentra en la capilla de la Universidad de Salamanca.
Se dice que, en el proceso de beatificación, al levantar la tapadera del ataúd, ésta estaba arañada y el cadáver mostraba señas de haber querido salir del ataúd, como signos de desesperación, por lo que se supone que había tenido que sufrir y pudo haber perdido la fe en la desesperación.
La catalepsia es un estado biológico en el que la persona yace inmóvil, en aparente muerte y sin signos vitales, cuando, en realidad, se halla en estado consciente, variable en intensidad.
El cuerpo, rígido, no responde a los estímulos y la respiración y el pulso se vuelven muy lentos, al tiempo que la piel se pone pálida, de ahí que, al desconocer esta enfermedad muchos de los antiguos (hoy no, hay otros métodos de detectar la muerte o no muerte), hayan sido enterrados vivos.
No es una muerte y, posteriormente, una resurrección, sino una “muerte aparente”.

Pues en mi pueblo, el Sr. Ventura, el zapatero, al que yo conocí siendo muy pequeñito, por lo que me cuenta la gente del lugar, estaba muerto pero no parecía un cadáver.
¿Qué otra cosa podía hacerse con un cuerpo ahí, rígido, inmóvil durante varios días?
Pues enterrarlo.

Pero “no estaba muerto, no, no, estaba en estado cataléptico”.
Lo que nunca se hizo fue destapar la tumba y levantar la tapa.