Ayer por la tarde decidí dar un paseo por Villaoliva, había estado alguna vez hace muchos años y no recordaba. La tarde se prestaba a pasear. El sol estaba arriconando a ese invierno que por estos lares se siente tan agusto y le cuesta tanto marcharse. Paseábamos ella (mi señora) y yo, asi, en voz baja, para no alterar el susurro del ambiente a esas horas, ni tampoco el sueño de la naturaleza que, en estos rato, está de siesta, dejándose acariciar por esos rayos de sol atardeciendo.
En la espadaña de la iglesia, una cigüeña que había perdido una pluma que encontramos en el suelo. Seguro que estaría laborando para sus pequeños. Recorridas varias callejuelas y después de pasar tantas esquinas, oímos ciertas risas y palabras..., me acerqué, nos acercamos los dos, algunos vecinos que charlaban de sus cosas agotando la tarde. La naturaleza, aún así, aunque escuchara sus murmuros, seguía dormida, sosegada y tranquila.
Y para que nada se alterase decidimos, después de un pequeño rato de haber estado allí, alejarnos, contemplando a la salida del pueblo, la alfombra roja que las amapolas extienden a los que visitan este pueblo.
Un saludo a todos.
En la espadaña de la iglesia, una cigüeña que había perdido una pluma que encontramos en el suelo. Seguro que estaría laborando para sus pequeños. Recorridas varias callejuelas y después de pasar tantas esquinas, oímos ciertas risas y palabras..., me acerqué, nos acercamos los dos, algunos vecinos que charlaban de sus cosas agotando la tarde. La naturaleza, aún así, aunque escuchara sus murmuros, seguía dormida, sosegada y tranquila.
Y para que nada se alterase decidimos, después de un pequeño rato de haber estado allí, alejarnos, contemplando a la salida del pueblo, la alfombra roja que las amapolas extienden a los que visitan este pueblo.
Un saludo a todos.
