MUJERES QUE DEJARON PASAR SU JUVENTUD TRAS LAS VENTAS
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He comentado anteriormente sobre aquella juventud de Sotobañado que encontró en la sala de baile un lugar de recreo, y a la par, la forma de relacionarse los solteros de ambos sesos. En una época en que el hombre era quién llevaba siempre la iniciativa. La mujer era la que esperaba a que le sacaran a bailar con la opción de negarse (dar calabazas). Cosa que no solía suceder aunque fuese otro el que le gustase. Al fin y al cabo todos se conocían y me supongo que entre ellos, podían intuir quién podía aspirar a ser "el Romeo de la tal Julieta".
La Iglesia muy unida al régimen del franquismo y defensora de la mujer relegada, no se quedaba atrás opinando en estos temas, por ejemplo, el hecho de bailar agarrados un poco juntitos era pecaminoso al igual que las películas pasaban por la censura, por ser todo un peligro para la moral. Y ya, no digamos en los temas de noviazgo; el hombre estaba para pedir pero la mujer para negar.
En Sotobañado hubo mujeres en edad casadera que no las vi nunca bailar, ni tan siquiera en la fiesta mayor que también se hacía baile con orquesta por la mañana y al aire libre. Solo los días festivos acudían a misa y con las mismas se recluían en casa, con la sola distracción de lo que podían ver tras los cristales de las ventanas y otras ni aún eso, porque la casa estaba en calles más solitarias o la fachada de ésta no daba a la calle.
Esta forma de actuar no se, si era debido a la timidez o es que creían que su "príncipe azul" no lo encontrarían allí si no que un día como en los cuentos de princesas, las vendría a buscar aunque fuese convertido en rana. Sin tener en cuenta que era una época en que la soltería tenía fecha de caducidad.
Debieron perder la esperanza de encontrarlo allí y siendo ya maduritas se fueron de forma escalonada quizás probando suerte en otro lugar. Algunas se que se casaron lo que no se es, si lograron su "príncipe azul" o ya les importaba poco el tono de azul que tuviera.
Con lo bonita y fugaz que es la juventud, no llego a entender en aras de qué perdieron su juventud viendo pasar los días tras los cristales.
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He comentado anteriormente sobre aquella juventud de Sotobañado que encontró en la sala de baile un lugar de recreo, y a la par, la forma de relacionarse los solteros de ambos sesos. En una época en que el hombre era quién llevaba siempre la iniciativa. La mujer era la que esperaba a que le sacaran a bailar con la opción de negarse (dar calabazas). Cosa que no solía suceder aunque fuese otro el que le gustase. Al fin y al cabo todos se conocían y me supongo que entre ellos, podían intuir quién podía aspirar a ser "el Romeo de la tal Julieta".
La Iglesia muy unida al régimen del franquismo y defensora de la mujer relegada, no se quedaba atrás opinando en estos temas, por ejemplo, el hecho de bailar agarrados un poco juntitos era pecaminoso al igual que las películas pasaban por la censura, por ser todo un peligro para la moral. Y ya, no digamos en los temas de noviazgo; el hombre estaba para pedir pero la mujer para negar.
En Sotobañado hubo mujeres en edad casadera que no las vi nunca bailar, ni tan siquiera en la fiesta mayor que también se hacía baile con orquesta por la mañana y al aire libre. Solo los días festivos acudían a misa y con las mismas se recluían en casa, con la sola distracción de lo que podían ver tras los cristales de las ventanas y otras ni aún eso, porque la casa estaba en calles más solitarias o la fachada de ésta no daba a la calle.
Esta forma de actuar no se, si era debido a la timidez o es que creían que su "príncipe azul" no lo encontrarían allí si no que un día como en los cuentos de princesas, las vendría a buscar aunque fuese convertido en rana. Sin tener en cuenta que era una época en que la soltería tenía fecha de caducidad.
Debieron perder la esperanza de encontrarlo allí y siendo ya maduritas se fueron de forma escalonada quizás probando suerte en otro lugar. Algunas se que se casaron lo que no se es, si lograron su "príncipe azul" o ya les importaba poco el tono de azul que tuviera.
Con lo bonita y fugaz que es la juventud, no llego a entender en aras de qué perdieron su juventud viendo pasar los días tras los cristales.