Las plañideras y el incombustible oficio de llorar a los muertos por contrato.
Estas mujeres que se les paga por llorar en funerales han existido desde tiempos ancestrales. Corresponde a una tradición que griegos y romanos heredaron de los hebreos y que se presume tendría sus orígenes en Egipto.
Antiguamente, cuando alguien fallecía se contrataban a mujeres para que lloraran e hicieran público la pena y el dolor de la familia. Mientras más importante o poderos era el difunto, más plañideras acudían al funeral.
En aquellos tiempos, además de llorar, llevaban un jarrón donde depositaban sus lágrimas como una demostración del estatus de la persona fallecida y el hondo dolor que provocaba en sus allegados.
¿Por qué se contrataban a las lloronas?
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Estas lloronas eran contratadas porque se creía que los llantos que emitían limpiaban el alma del difunto de pecados facilitando así su alcance rápido a la gloria eterna. Además de brindar sus lágrimas, estas lloronas servían de posta para que los deudos pudieran atender de manera adecuada a quienes habían venido a esta ceremonia de despedida. Una vez finalizado el entierro, las plañideras o lloronas pedían el pago de sus honorarios por haber realizado su trabajo. Esta paga podía ser en dinero o víveres como trigo, yerba o harina.
Estas personas que tenían como función llorar por el alma del muerto eran de mediana edad, algunas eran viudas o personas que, por diversas razones, habían quedado solas. Las lloronas asistían a los velorios completamente de negro, se solían contratar de dos o tres y eran ubicadas en un sitio especialmente reservado para que emprendieran su dramático sollozo hasta el momento del sepelio. Se trataba de una contratación sumamente popular ya que no era pertenencia exclusiva de un determinado grupo social sino que cualquier miembro de la sociedad contrataba sus servicios de actuación.
Estas mujeres que se les paga por llorar en funerales han existido desde tiempos ancestrales. Corresponde a una tradición que griegos y romanos heredaron de los hebreos y que se presume tendría sus orígenes en Egipto.
Antiguamente, cuando alguien fallecía se contrataban a mujeres para que lloraran e hicieran público la pena y el dolor de la familia. Mientras más importante o poderos era el difunto, más plañideras acudían al funeral.
En aquellos tiempos, además de llorar, llevaban un jarrón donde depositaban sus lágrimas como una demostración del estatus de la persona fallecida y el hondo dolor que provocaba en sus allegados.
¿Por qué se contrataban a las lloronas?
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Estas lloronas eran contratadas porque se creía que los llantos que emitían limpiaban el alma del difunto de pecados facilitando así su alcance rápido a la gloria eterna. Además de brindar sus lágrimas, estas lloronas servían de posta para que los deudos pudieran atender de manera adecuada a quienes habían venido a esta ceremonia de despedida. Una vez finalizado el entierro, las plañideras o lloronas pedían el pago de sus honorarios por haber realizado su trabajo. Esta paga podía ser en dinero o víveres como trigo, yerba o harina.
Estas personas que tenían como función llorar por el alma del muerto eran de mediana edad, algunas eran viudas o personas que, por diversas razones, habían quedado solas. Las lloronas asistían a los velorios completamente de negro, se solían contratar de dos o tres y eran ubicadas en un sitio especialmente reservado para que emprendieran su dramático sollozo hasta el momento del sepelio. Se trataba de una contratación sumamente popular ya que no era pertenencia exclusiva de un determinado grupo social sino que cualquier miembro de la sociedad contrataba sus servicios de actuación.