El Día de Todos los Santos, una costumbre religiosa tras la noche de los difuntos.
La gran cantidad de mártires cristianos que produjo la persecución del Diocleciano, provocó que la Iglesia (en el siglo IV) estableciera un día para conmemorar a todos ellos. La fecha elegida cambió varias veces, para situarse, finalmente, en el 1 de noviembre. El Día de Todos los Santos es una tradición católica instituida en honor de Todos los Santos, conocidos y desconocidos, según el papa Urbano IV, para compensar cualquier falta a las fiestas de los santos durante el año por parte de los fieles.
En los países de tradición católica, se celebra el 1 de noviembre, mientras que en la Iglesia Ortodoxa se celebra el primer domingo después de Pentecostés. En este día, se venera a todos los santos que no tienen una fiesta propia en el calendario litúrgico.
La enorme cantidad de mártires cristianos que produjo la persecución de Diocleciano (284-305) llevó a la Iglesia en el siglo IV a establecer un día para conmemorarlos a todos, ya que el almanaque no alcanzaba para darles a cada uno el suyo. La primera fecha elegida fue el 21 de febrero. Algo más de cien años después, Gregorio III (731-741) la transfirió al 1 de noviembre como respuesta a la celebración pagana del Samhain o Año Nuevo Celta, que se festejaba la noche del 31 de octubre, en la creencia de que se producía la apertura entre el mundo tangible y el de las tinieblas, y que los muertos venían a visitar a los vivos.
La gran cantidad de mártires cristianos que produjo la persecución del Diocleciano, provocó que la Iglesia (en el siglo IV) estableciera un día para conmemorar a todos ellos. La fecha elegida cambió varias veces, para situarse, finalmente, en el 1 de noviembre. El Día de Todos los Santos es una tradición católica instituida en honor de Todos los Santos, conocidos y desconocidos, según el papa Urbano IV, para compensar cualquier falta a las fiestas de los santos durante el año por parte de los fieles.
En los países de tradición católica, se celebra el 1 de noviembre, mientras que en la Iglesia Ortodoxa se celebra el primer domingo después de Pentecostés. En este día, se venera a todos los santos que no tienen una fiesta propia en el calendario litúrgico.
La enorme cantidad de mártires cristianos que produjo la persecución de Diocleciano (284-305) llevó a la Iglesia en el siglo IV a establecer un día para conmemorarlos a todos, ya que el almanaque no alcanzaba para darles a cada uno el suyo. La primera fecha elegida fue el 21 de febrero. Algo más de cien años después, Gregorio III (731-741) la transfirió al 1 de noviembre como respuesta a la celebración pagana del Samhain o Año Nuevo Celta, que se festejaba la noche del 31 de octubre, en la creencia de que se producía la apertura entre el mundo tangible y el de las tinieblas, y que los muertos venían a visitar a los vivos.