El sonido acompasado de los cencerros de las
ovejas, los ladridos de los perros pastores y el ligero pataleo de más de trescientas cabezas de
ganado lanar, a su paso, bajo mi
ventana me hicieron despertar en la madrugada de este día de
Primavera.
La voz de mi
amigo el pastor se oyó claramente entre esta marabunta:
-! Asturianooo...!, ¿Te vienes conmigo al campooo...?
Apenas me dió tiempo de levantarme, y tras un forcejeo con el viejo picaporte de la ventana de dos hojas, me asomé a la
calle y
... (ver texto completo)