Es imposible olvidar cuantas veces de pequeña he jugado en esta plaza, he tirado gusanitos alos patos de la cascajera o me he montado en los columpios del parque. El tiempo pasa y poco te vas alejando, pero la distancia no impide que siempre que tenga unos días venga a Aguilar, mi pueblo, ese pueblo que´sigue oliendo a vainilla. Un beso de una aguilarense que no tardará en volver.