Es el lugar de la protección, el futuro, la confianza ciega, la obediencia "por que si", la travesura escondida, la risas y las lágrimas sin rencores. Cada día es una aventura sin necesidad de continuar lo que dejamos ayer. Cada día una vuelta al mundo del hogar con ojos nuevos. Correr, subir, bajar, ir y venir con la urgencia de las ganas de correr, hasta que mamá nos llame " ¡a comer!". Y luego de la siesta descubrir el mundo de nuevo con ojos grandes y ansias nuevas... Jugar en el jardín con plantas,
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Qué bonito lo cuentas Nelba. No era todo tan poético. En estos
pueblos tan pequeños de
ganadería y
agricultura, todo el trabajo era de esfuerzo físico y para todos había tarea encomendada, incluso para los niños. Pero sí, también había tiempo para jugar y vivir todas esas aventuras que narras.
No cabe duda, la infancia y la adolescencia se convierte en el núcleo de la vida de las personas, no importa lo que quede por vivir, esa época será para siempre el referente de nuestra existencia.
Saludos.