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ROSALES: Eran tan precarios los medios que tenian, que los incendios...

Las viviendas, los pajares, las cuadras-y los rediles de las casas de Rosales
se construían en el siglo XIX pensando en el fuego, que podía destruidas en
pocos minutos. Los caseríos tenían varias partes y para separadas se realizaban
las paredes cortafuegos, que sobresalían unos dos palmos de los techos de paja
y eran rematadas con grandes piedras lanas, colocadas en escalera, que
protegían las paredes de las lluvias, granizo s y nieves.
Este suceso me lo contó en varias ocasiones mi abuela Salomé (+ 23 - 12 -
1962). Ocurrió cuando ella era niña, en la primavera del año 1885 y lo sufrió
en sus propias carnes, también se quemó la casa de sus padres situada hoy en la
entrada del barrio de la Solana.
El incendio comenzó en el Oseo, en la humilde vivienda de los padres de
Ludivina/" Bardón, la madre de los hermanos Jesús'" y Teresa tíos de Jesusín,
de la que actualmente solo quedan unas paredes derruidas. Esta casa se halla
situada al Sur de la casa de Jesús.
Era el mes de abril, cuando los fríos invernales aún no habían abandonado
el pueblo. Un viento gélido ululaba y recorría las calles del pueblo y sus fuertes ráfagas deshacían las viejas pallozas. .
Ludivina, una joven de unos 11 años, se levanta sobre las. 9 de la
mañana", coge en el pajar una manada de paja, las pone en el llar y sobre ellas
coloca una brazada de escobas resecas y un buen montón de ramas delgadas de
roble, como lo hacían otras veces sus padres. Ha pasado mucho frío durante la
noche y quiere calentar la cocina, para cuando se levanten sus padres. Enciende
el fuego soplando sobre unas brasas, que aún quedan entre la cernada de la
noche pasada. Pronto comienzan a arder la paja, las escobas y la leña utilizada,
pero el viento huracanado no deja salir el humo por el hueco de la techumbre.
La palloza, de una planta, se llena de humo y Ludivina no puede respirar.
Los ojos le escuecen y se le llenan de lágrimas. Abre la puerta de la cocina y
una fuerte ráfaga de viento penetra por la ella. El fuego del llar adquiere
grandes proporciones en breves momentos. Las llamas alcanzan. el techo de la
vivienda y se extienden rápidamente por el interior de la negra y reseca paja
de la techumbre.
Ludivina coge el caldero lleno de agua y lo lanza sobre el fuego del techo
pero a éste llegan unas pocas gotas y el fuego sigue devorando la palloza. Se
asusta. Tiembla. Llora de impotencia. Con voz entre cortada llama a sus padres,
éstos se dan cuenta, que ellos solos no pueden ya apagar el incendio de su
vivienda. Todos salen apresuradamente• a la calle gritando con todas sus
fuerzas: - ¡Fueeeego! ¡Fueeeego! ¡Fueeeego! ¡Fueeeego!
Los vecinos, que los oyen, saltan de sus camas, se visten y calzan en un
santiamén. Cogen los recipientes, acuden al lugar del incendio y contemplan
como el fuego empieza a entrar ya en sus casas.
El viento huracanado lleva la paja en llamas del techo de esta palloza a las
viviendas, pajares, portales y cuadras cercanas. El fuego avanza imparable en
los techos de paja y adquiere grandes proporciones en breves momentos.
Algunos cuelmos (manadas de paja) ardiendo de este barrio comienzan a caer
sobre los Pradicos y la Solana.
Las campanas llaman con su son especial a todas las personas del lugar,
que aún no se han enterado del suceso. Éstos dejan sus quehaceres y acuden
rápidos con sus calderos a sofocar el fuego.
Los vecinos del Oseo entran en sus establos, sueltan las vacas, toros y jatos y
los sacan a la calle. También echan del redil las cabras y ovejas. Llevan los cerdos
a un lugar seguro. Por las ventanas de las viviendas vuelan jergones, mantas y
ropas, que personas en la calle van colocando en los carros. Otros vecinos, que
han llegado para ayudarles, sacan los utensilios de labranza, los productos de la
matanza... todo lo que el fuego les permite, lo cargan en los carros y lo llevan al
campar de la Manguina. Y, entre sollozos, gritos y lamentos... contemplan
asustados como las llamas incontroladas acaban con sus viviendas, sus establos,
sus pajares, sus rediles... .
.. '
Las gentes del pueblo y aldeas cercanas, que pueden colaborar, forman
varias cadenas humanas, que llevan los recipientes llenos de agua desde la
Reguera hasta; el lugar del incendio. Personas expertas lanzan el agua de los
calderos contra el fuego, pero el agua de los lavaderos+" y abrevaderos se agota
pronto. La intensidad de las llamas es muy fuerte y el fuego avanza devastando
todos los caseríos. A pesar de los esfuerzos para apagarlo, estas nobles gentes
comprenden pronto que es tarea imposible. En escasos minutos pasa de las
viviendas a las cuadras y pajares cercanos, la mayoría de las casas de este bario
son ya un cúmulo de llamas.
y también los vecinos de la Solana, viendo como los cuelmos, envueltos en
llamas, caen sobre los techos de sus casas, sacan de éstas los ganados, las ropas,
lo~ utensilios de labranza, los productos de la matanza... los cargan en los carros y
los llevan a las tierras de Farulla o la Troja. Todas las casas de este barrio también
han quedado reducidas, a cenizas y escombros., 1,
Algunos personas sufren quemaduras importantes, Las pérdidas, para estas
humildes gentes, son incalculables: las casas, los ganados que no han podido
sacar de los establos, los útiles de labranza, las ropas... No tengo muy claros los
recuerdos de este suceso, y no puedo precisar si mi abuela me contó que alguna
persona había perdido la vida en el incendio.
En estas ocasiones, los vecinos afectados, salían a pedir por los pueblos de
la comarca de Omaña. Y estas buenas gentes, a pesar de sus escasos recursos,
eran muy solidarias y generosas; socorrían a los que habían tenido la desgracia
de perder sus casas con lo poco que tenían y les recogían en sus domicilios.
También los domingos y fiestas llegaban al pueblo gentes de las aldeas cercanas
y les ayudaban a reconstruir sus viviendas, sus portales, sus cuadras, sus
pajares...
Para evitar que personas, que no lo necesitasen, se aprovechasen de estas
ocasiones, el Ayuntamiento de Campo les extendía un documento en el que se
reseñaba la desgraciar" sufrida por los interesados.
Fuente Jose Otero Diez

Eran tan precarios los medios que tenian, que los incendios eran frecuentes en toda la comarca, la paja es la pega que tiene.
En Manzaneda por los años treinta ardieron 3 o 4 casas a la vez, incluida la de mi abuela y la de la de Marilin.
En cornombre se de tres que ardieron, incluida la de la abuela de Isabel y Maria.
En reparaciones de mi casa en Manzaneda aparecian vigas quemadas, aunque ya nadie recordaba que tambien en su tiempo hubo quema.
Las ordenanzas de los pueblos establecian de todos modos una especie de inspeccion sobre lumbres.
Dios nos libre de la lume.