Aún aguardo en este espacio
a ser descubierto
encontrado por unos ojos
ávidos de viajes y de aventuras
de sueños y de vidas
de épocas y de historias
de amores y de intrigas.
Una fina capa de polvo
cubre ya mi piel
apenas imperceptible
mis hojas se abrazan
para impedir su paso a mi interior
ensombreciendo las vidas que guardo.
Recuerdo aquella tarde de primavera
como si fuera ayer
cuando unas jóvenes manos
rozaron por descuido el lomo
sobre el que llevo impreso
el título de mi historia
y el nombre de la mujer
que la vivió para mí
o que la imaginó
o que simplemente la soñó.
Cada página se estremeció
en aquel fugaz instante
las palabras empezaron a latir desbocadas
prestas a recibir la luz
de la que tanto tiempo fueron privadas…
un instante cuasi eterno
que nos devolvió la alegría
o quizá la esperanza.
Debo guardar silencio
siento acelerado el latido
de otros libros que pacientes esperan
en este cálido estante
en el que parecemos dormidos
cuando tan solo aguardamos
la llegada de unas manos
que nos acaricien
que nos descubran
que nos amen
que nos lean
que nos vivan.
Siento el latido de su corazón en mí
apresado entre sus dedos
y cómo pierdo el roce
de mis hermanos
a los que percibía a derecha e izquierda
siento el vacío
el aire acariciándome en derredor
unas manos me han tomado
y ahora viajo junto a su pecho
me siento vivo
soy libre.
Jose Manuel Contreras
a ser descubierto
encontrado por unos ojos
ávidos de viajes y de aventuras
de sueños y de vidas
de épocas y de historias
de amores y de intrigas.
Una fina capa de polvo
cubre ya mi piel
apenas imperceptible
mis hojas se abrazan
para impedir su paso a mi interior
ensombreciendo las vidas que guardo.
Recuerdo aquella tarde de primavera
como si fuera ayer
cuando unas jóvenes manos
rozaron por descuido el lomo
sobre el que llevo impreso
el título de mi historia
y el nombre de la mujer
que la vivió para mí
o que la imaginó
o que simplemente la soñó.
Cada página se estremeció
en aquel fugaz instante
las palabras empezaron a latir desbocadas
prestas a recibir la luz
de la que tanto tiempo fueron privadas…
un instante cuasi eterno
que nos devolvió la alegría
o quizá la esperanza.
Debo guardar silencio
siento acelerado el latido
de otros libros que pacientes esperan
en este cálido estante
en el que parecemos dormidos
cuando tan solo aguardamos
la llegada de unas manos
que nos acaricien
que nos descubran
que nos amen
que nos lean
que nos vivan.
Siento el latido de su corazón en mí
apresado entre sus dedos
y cómo pierdo el roce
de mis hermanos
a los que percibía a derecha e izquierda
siento el vacío
el aire acariciándome en derredor
unas manos me han tomado
y ahora viajo junto a su pecho
me siento vivo
soy libre.
Jose Manuel Contreras