Tus ojos
tu pelo
ondulado
acariciando suave
la desnudez de tus hombros.
Tu sonrisa
tu boca
dulce
alimentando los sueños
de las noches sin luna.
Tu rostro
tu mirada
clara
iluminando celeste
el otoño de nuestra vida.
Tus manos
tus brazos
armónicos
abrazando cada día
tristezas y alegrías.
Recuerdo…
tu caminar
sereno y decidido
el contorno
de tu figura
recortando cada amanecer
tu voz
susurrándome palabras de amor
y de reproches también
¿por qué no?
Recuerdo…
nuestros paseos
por las calles de aquella ciudad
mágica
que recorrimos
y tus fotografías
junto al mar sereno
de las Islas Afortunadas
y el romper de las olas
en la costa gallega
tantos veranos felices.
Recuerdo…
nuestras cenas
a la luz de la luna
en la terraza de nuestra casa
y los viajes en avión
cuando soñabas
sobre las nubes
camino de horizontes desconocidos.
Recuerdo…
los cumpleaños de nuestros hijos
y los tuyos
que no te gustaba cumplir
y los míos
que me gustaba festejar
como si fuera un chiquillo
y apagar las velas
con un soplo renovado de vida.
Recuerdo…
¡Qué sucede!
Todo se difumina y desaparece
lento
ocultándose bajo esa gran niebla
que se acerca
nublando mi memoria.
No recuerdo…
¿Qué sucede…?
Se abre
delicada
la puerta de la habitación
y allí está sentado él
en su sillón azul
mirando en silencio por la ventana.
Buenos días, mi Amor
–le dice ella–
¿Cómo estás esta mañana?
Perdone ¿la conozco?
–le dice él
girando su rostro hacia ella–.
Sus ojos
ya no miran como miraban
tan solo hace un instante.
Soy yo, mi Sol
–le dice ella
acercándose a él
tomándole suave
de la mano
mientras
una lágrima recorre
el rostro de ella
y la mano de él
inmóvil
se siente acariciada
por la mano de ella–.
No importa, mi Vida
–le susurra Eloísa–
seguiré siendo
la luna de tus noches
y la luz de tus ojos
como siempre has querido que fuera
regresaré cada día
y juntos miraremos en silencio
por la ventana.
tu pelo
ondulado
acariciando suave
la desnudez de tus hombros.
Tu sonrisa
tu boca
dulce
alimentando los sueños
de las noches sin luna.
Tu rostro
tu mirada
clara
iluminando celeste
el otoño de nuestra vida.
Tus manos
tus brazos
armónicos
abrazando cada día
tristezas y alegrías.
Recuerdo…
tu caminar
sereno y decidido
el contorno
de tu figura
recortando cada amanecer
tu voz
susurrándome palabras de amor
y de reproches también
¿por qué no?
Recuerdo…
nuestros paseos
por las calles de aquella ciudad
mágica
que recorrimos
y tus fotografías
junto al mar sereno
de las Islas Afortunadas
y el romper de las olas
en la costa gallega
tantos veranos felices.
Recuerdo…
nuestras cenas
a la luz de la luna
en la terraza de nuestra casa
y los viajes en avión
cuando soñabas
sobre las nubes
camino de horizontes desconocidos.
Recuerdo…
los cumpleaños de nuestros hijos
y los tuyos
que no te gustaba cumplir
y los míos
que me gustaba festejar
como si fuera un chiquillo
y apagar las velas
con un soplo renovado de vida.
Recuerdo…
¡Qué sucede!
Todo se difumina y desaparece
lento
ocultándose bajo esa gran niebla
que se acerca
nublando mi memoria.
No recuerdo…
¿Qué sucede…?
Se abre
delicada
la puerta de la habitación
y allí está sentado él
en su sillón azul
mirando en silencio por la ventana.
Buenos días, mi Amor
–le dice ella–
¿Cómo estás esta mañana?
Perdone ¿la conozco?
–le dice él
girando su rostro hacia ella–.
Sus ojos
ya no miran como miraban
tan solo hace un instante.
Soy yo, mi Sol
–le dice ella
acercándose a él
tomándole suave
de la mano
mientras
una lágrima recorre
el rostro de ella
y la mano de él
inmóvil
se siente acariciada
por la mano de ella–.
No importa, mi Vida
–le susurra Eloísa–
seguiré siendo
la luna de tus noches
y la luz de tus ojos
como siempre has querido que fuera
regresaré cada día
y juntos miraremos en silencio
por la ventana.