Ni el hogar opulento, cuyo patio es enjambre
de siervos adobando al fuego una ternera,
ni el mesón del camino, que ofrece al caminante
solida cena, cama e intervalo en la senda.
Un establo ruinoso será en la fria noche
albergue transitorio de la joven pareja;
él, benévolo mozo, y ella, grácil muchacha,
con un hijo en el vientre hacia el fin de la espera.
Pudo haber sido alcoba del palacio de Herodes,
al calor del brasero, vanidad de oro y seda,
o aposento en la villa de Caifás, o la casa
de un doctor fariseo que la ley interpreta.
Pero el hijo del Hombre no es hijo de los grandes,
y se hará el más pequeño; los hijos de la tierra,
los que sudan y sufren, el labrador curtido,
el pescador austero, la mujer de la rueca,
han de ser sus hermanos, dejarán lo que tienen,
y sin volver la vista, marcharán en sus huellas.
Por eso ésta es la noche de los destituidos,
del hambriento, del huérfano, del que vive en cadenas.
de siervos adobando al fuego una ternera,
ni el mesón del camino, que ofrece al caminante
solida cena, cama e intervalo en la senda.
Un establo ruinoso será en la fria noche
albergue transitorio de la joven pareja;
él, benévolo mozo, y ella, grácil muchacha,
con un hijo en el vientre hacia el fin de la espera.
Pudo haber sido alcoba del palacio de Herodes,
al calor del brasero, vanidad de oro y seda,
o aposento en la villa de Caifás, o la casa
de un doctor fariseo que la ley interpreta.
Pero el hijo del Hombre no es hijo de los grandes,
y se hará el más pequeño; los hijos de la tierra,
los que sudan y sufren, el labrador curtido,
el pescador austero, la mujer de la rueca,
han de ser sus hermanos, dejarán lo que tienen,
y sin volver la vista, marcharán en sus huellas.
Por eso ésta es la noche de los destituidos,
del hambriento, del huérfano, del que vive en cadenas.