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MANZANEDA DE OMAÑA: sábado, 21 de septiembre de 2013...

sábado, 21 de septiembre de 2013
Omaña, el Arca del Agua (De un filandón reciente en Murias de Paredes)

Entre las muchas habilidades de Don Sindo el de Rosales, el omañés menos convencional que conozco, está la de mantener al mismo tiempo diversos temas de conversación -sería más exacto decir monologación- sin perder ninguno de los hilos ni enredarlos. El que suele liarse es quien lo escucha, pero ese no es problema de Don Sindo.

Al igual que Forrest Gump, aquel filósofo autista, un servidor admite no saber mucho de casi nada. Poco sobre indagación e interpretación del paisaje, menos sobre arqueología de época romana y casi nada de paleografía, historiografía, filología y lingüística. Así y todo, para este filandón en Murias, se me ocurrió lidiar con todas esas disciplinas y, además, mezclando los ingredientes, al estilo del genial Don Sindo.
El resultado fue este guiso.

Hilo Primero: Sobre la tremenda invención del Humus Manium.

De pocos años para acá se impone en todo tipo de publicaciones la barbaridad de que Omaña debe su nombre a los habitantes que, hace casi 2000 años, habrían impresionado a los ejércitos romanos de tal modo que los cronistas de entonces les dieron el nombre de Homus manium o moradores del Humus manium. De estas dos maneras dicen que aparece escrita la cosa en documentos de la antigüedad.

Hoy, el piélago de internet proporciona un montón de resultados para la expresión Humus Manium y para la aún más disparatada Homus Manium. Como no es cosa de mirarlos todos, bastará con seleccionar el más imaginativo entre los veinte primeros. Y éste podría ser el que afirma que las charcas vecinas a la Peña Cefera, en el Vallegordo, son los lagos de los humus manium, los hombres dioses infernales que, al decir de Tito Livio, celebraban sus cultos y lanzaban sus hachas guerreras a las aguas cristalinas para prepararse en la contienda contra los romanos del emperador Nerva, el de los montes Nervasios, hoy Puerto de Leitariegos.

Resalto la atribución a Tito Livio y, en la siguiente imagen, amontono unos cuantos escritos que aparecen actualmente por la web o en libros diversos.

Según el párrafo encuadrado en rojo, humus manium vendría a significar tierra de los infernales dioses manes. En cuanto a la expresión homus manium, no se sabe muy bien qué quiere decir porque en la declinación latina homo-hominis no aparece el homus por ninguna parte.

Hay que tener en cuenta, para empezar, que los diosecillos manes eran, en los hogares romanos, las almas de los añorados difuntos. De modo que no serían temidos como dioses infernales sino venerados como tiernos espíritus domésticos.

Por otra parte, el Augusto Nerva nació en el año 30 dC y, para entonces, Tito Livio llevaba muerto trece años por lo que malamente pudo relatar las hazañas de aquel César tan breve.
El senado romano proclamó emperador a Nerva en el 96 y el pobre finó al cabo de quince meses, sin gozar apenas de tiempo para visitar el Puerto de Leitariegos, tan alejado de la capital del mundo.

También debemos considerar que, ya al término del primer siglo, probablemente los omañeses, lacianiegos, degañeses y cangueses no estarían perdiendo el tiempo en arrojar sus hachas a los lagos de Peña Cefera sino que lo emplearían en la minería aurífera, acaso con contrato por obra o servicio.

Finalmente conviene aclarar que a los Montes Erbasios o Nerbasios alude el Cronicón de Hidacio (s. V) cuando dice que inter Gundericum Vandalorum et Hermenericum Suevorum reges certamine orto Suevi in Erbasis montibus obsidentur ab Vandalis. O sea que una vez estallada la guerra entre los vándalos del rey Gunderico y los suevos de Hermenerico, estos últimos fueron asediados por aquellos en los Montes Erbasios. El encontronazo ocurrió en vida del propio obispo Hidacio, hacia el año 420 dC y, para entonces, el Augusto César Nerva llevaba nada menos que 322 años muerto de muerte natural o de muerte morrida como decimos en este país. (*)

Lo que realmente escribió don Tito Livio nada tiene que ver con Omaña. Nada de nada. Pero ya trataremos de eso más adelante.

Hilo segundo: Sobre el canal romano que llaman la Presa Antigua.

El pasado 20 de junio subí desde Marzán, en el Vallegordo de Omaña, por el camino que pasa entre los tesos de La Burra y de Las Grandas y seguí adelante, hasta el Alto de Las Fornias, para dar vista a la cicatriz dejada por una de tantas explotaciones auríferas como los romanos pusieron en marcha en el noroeste.

La primavera de 2013 llegó con retraso y el paisaje se veía tan florido y bello que talmente parecía dibujado en los estudios de Walt Disney. En medio de los áridos cortafuegos descubrí escenas apasionadas como la de arriba, además de un dibujo de la perrita Marilyn en color pantone 2726 y muchas otras curiosidades como la simbiosis vegetal del arándano y el pino que hasta hoy no habíamos conocido en estos pagos y que seguramente interesará a los estudiosos de nuestra heroica población de urogallos.

Llegado al Alto de Las Fornias, basculé por un cortafuegos cayendo hacia la vertiente del Valle de Samario y enseguida me encontré frente a algunos vestigios de la mina de oro que ya había visitado treinta años atrás siguiendo indicaciones del maestro Germán González.

Mapa que ilustró el artículo Noticias Arqueológicas del Valle Gordo, publicado
por don Germán González en la revista Tierras de León en los años 80.

Por aquel tiempo aún se distinguían los depósitos para acumulación de agua en el campo de Valdelaforca y trazas de un canal que venía de muy lejos. Luego, las flamantes pistas, el roturado previo a la masiva plantación de pinos y las amplias barreras contra el fuego borraron muchas de aquellas huellas. O, al menos, yo no las distingo.