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MANZANEDA DE OMAÑA: Nos situamos en el Valle Gordo, comarca de Omaña, pero,...

Nos situamos en el Valle Gordo, comarca de Omaña, pero, para el asunto que nos trae, podríamos estar en cualquier otro valle de ésta u otras comarcas similares en León o en otras provincias próximas.

Llámanse aquí talanqueras a las vallas móviles, a base de trancas de madera horizontales, que se utilizan como cierre del acceso a los prados para evitar que el ganado mayor entre o salga a su antojo a/de los mismos. El ancho del acceso es el suficiente para que, antaño, pasara con holgura un carro cargado.

Cada uno de los palos, en número de 4 o 5, se encastra, por un extremo en el hueco habilitado a tal fin en uno de los dos pies derechos –llamados murones o cabezorros- que los sujetan y el otro extremo se desliza por la ranura horizontal practicada en el murón opuesto hasta que cae verticalmente en la correspondiente oquedad (de igual profundidad que la ranura y conectada con ella). Ranura y hueco conforman una “L” invertida labrada en el murón; bueno, una imagen…

Los murones, como las talanqueras, son de madera, aunque antaño los hubo, también, de piedra y aún queda alguna muestra.

En algunos casos, y para hacer frente a la habilidad de ciertas bestias, se colocaba un tope a las talanqueras en su extremo del murón que hace llave: bastaba una perforación en el ángulo de la “L” invertida con un “clavo” de madera, denominado pino, que impedía el movimiento ascendente de la tranca. (Como puede observarse en las fotos adjuntas).

Lo cierto es que las talanqueras van desapareciendo: se conservan, a duras penas, las que aguantan en pie; salvo en raras excepciones, no suelen reponerse los palos; en muchos casos se unen los murones con alambre de espino, cable o cuerdas con un puntal intermedio; en otros, con o sin murones, se recurre a cerrar el hueco con ramas, palos, o… un somier. Realmente el final de las talanqueras está ahí.

Antaño, en este valle, con una cota media de 1200 msnm, una pluviometría por encima de los 1000 mm anuales y abundantes fuentes y arroyos, el territorio se presentaba lleno de prados, tierras de pan –centeno, las más, y trigo-, y pequeñas huertas en las proximidades a los pueblos. En todas las casas, aunque pocas, había vacas y, también, ganado ovino y cabrío.

Lógicamente el problema no reside en la muerte de las talanqueras, las talanqueras se mueren porque ya no son necesarias: apenas hay ganado al que “prohibir” el paso en los accesos a los prados, desaparecieron muchos prados y otros se han convertido en terreno baldío, apenas quedan los que tienen fácil acceso, el monte se adueñó de lo que otrora fueron tierras de sementera, la labranza permanece mínimamente en las contadas huertas que sobreviven; y detrás de todo esto está la despoblación de los núcleos rurales. Ese es el problema.

Una cosa trae otra y mientras unos ojos miran pueblos, tierra y corrales yermos, unos oídos escuchan estadísticas sobre el número de parados y de afectados por el umbral de pobreza: algo no funciona. Los entendidos dicen que sería casi imposible desarrollar un proyecto en estos pueblos, que podría tratarse de una economía de sólo subsistencia, que somos gente poco cooperativista, etc., etc. (otro día hablaremos de la microeconomía). Y, mientras tanto, seguimos incrementando la cifra del paro.

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