Aquí he sabido lo que era la siega del pan a hoz, la trilla y la maja, el arramar el abono, ir con las vacas, andar a la hierba... y tantas otras faenas. Conozco los nombres y el uso de todos los utensilios que había en las casas de labranza. Sé distinguir un garabito de un garabato, una forca de una forqueta, un escaño de un escañil, un pote de una pota, un llosco de una androya, un tentemozo de un "tentetieso"… Uñir vacas colocando mullidas, yugo y cornales tampoco es algo extraño para mí.
Vacas uñidas (foto tomada en Rosales)
Aquí he comido berzas llandias con la ración (tocino, costilla, chorizo sabadiego…) en invierno, fréjoles en verano, picas, cecina, mantigones, manteca, bollo rallón… He jugado a la maya, al enduño, a adivinar cusillinas…
Aquí, observando el comportamiento de las gentes, he aprendido el espíritu de sacrifico, la rectitud moral, el deseo de acoger y ayudar a los demás, la austeridad, el ser de buen conforme, la fortaleza de ánimo. Y también la cultura del sentido común de la que a veces carecen personas de gran formación académica.
Aquí hice mía también una forma de hablar clara y expresiva, muy alejada del retorcimiento gratuito del lenguaje urbano. Y, a pesar de llevar viviendo en Madrid casi 40 años, aún hay muchas palabras leonesas que se imponen en mi mente a cualquier otra. ¡Hermosas palabras como: junjurir, enjecoso, espurrirse, esperriar, entafurriar, embarbalar, filandero, forroñoso, requiveque, esparaván, estaribel, telares...!
A ellas les he dedicado un libro.
Cualquiera de esos términos, conocidos por todos nosotros, sonarían muy extraños fuera de aquí donde no entienden que nuestro luego significa “pronto”, no “después”, y que prestar es “gustar”. Pero no son chapurriáu, son una forma de hablar nuestra, tan respetable como cualquier otra.
Con palabras como esas aprendí a hablar, a pensar y a ser quién soy. Aquí, en definitiva, empezó a forjarse mi personalidad. Y lo que en la niñez se aprende toda la vida dura. En fin, Omaña es para mí un montón de vivencias que nunca me han abandonado. Y ese amor por la tierra lo he transmitido a mi familia.
¡Ojalá los que tenéis la suerte de vivir aquí y los que volvéis como yo, consigáis también transmitir esa herencia…! ¡Omaña debe seguir viva! Asociaciones culturales como el IEO tratan de luchar por ello. Os invito a integraros en esta asociación.
Para expresar todo lo que Omaña me ha aportado hace un año escribí unas coplas que tratan de recoger algo de la geografía, de la cultura y de las vivencias de las gentes de esta tierra. Coplas que han tenido bastante difusión a través de mi blog y que hoy aprovecho esta ocasión para dedicarlas a todos los omañeses. A los que vivís aquí y a los que ya se fueron para siempre, entre ellos, mis padres, que hoy habrían disfrutado mucho de este acto y a los que debo gran parte de lo que soy.
Entrega del galardón de manos de Julio Álvarez Rubio (Omañés 2012) y en presencia de David Álvarez Cárcamo, presidente del IEO.
Gracias a todos por vuestra presencia y vuestro reconocimiento.
Paladín, 10 de agosto de 2013, VI Omafolk
Ahí van las coplas.
http://larecolusademar. blogspot. com. es/2013_08_01_archive. html
Vacas uñidas (foto tomada en Rosales)
Aquí he comido berzas llandias con la ración (tocino, costilla, chorizo sabadiego…) en invierno, fréjoles en verano, picas, cecina, mantigones, manteca, bollo rallón… He jugado a la maya, al enduño, a adivinar cusillinas…
Aquí, observando el comportamiento de las gentes, he aprendido el espíritu de sacrifico, la rectitud moral, el deseo de acoger y ayudar a los demás, la austeridad, el ser de buen conforme, la fortaleza de ánimo. Y también la cultura del sentido común de la que a veces carecen personas de gran formación académica.
Aquí hice mía también una forma de hablar clara y expresiva, muy alejada del retorcimiento gratuito del lenguaje urbano. Y, a pesar de llevar viviendo en Madrid casi 40 años, aún hay muchas palabras leonesas que se imponen en mi mente a cualquier otra. ¡Hermosas palabras como: junjurir, enjecoso, espurrirse, esperriar, entafurriar, embarbalar, filandero, forroñoso, requiveque, esparaván, estaribel, telares...!
A ellas les he dedicado un libro.
Cualquiera de esos términos, conocidos por todos nosotros, sonarían muy extraños fuera de aquí donde no entienden que nuestro luego significa “pronto”, no “después”, y que prestar es “gustar”. Pero no son chapurriáu, son una forma de hablar nuestra, tan respetable como cualquier otra.
Con palabras como esas aprendí a hablar, a pensar y a ser quién soy. Aquí, en definitiva, empezó a forjarse mi personalidad. Y lo que en la niñez se aprende toda la vida dura. En fin, Omaña es para mí un montón de vivencias que nunca me han abandonado. Y ese amor por la tierra lo he transmitido a mi familia.
¡Ojalá los que tenéis la suerte de vivir aquí y los que volvéis como yo, consigáis también transmitir esa herencia…! ¡Omaña debe seguir viva! Asociaciones culturales como el IEO tratan de luchar por ello. Os invito a integraros en esta asociación.
Para expresar todo lo que Omaña me ha aportado hace un año escribí unas coplas que tratan de recoger algo de la geografía, de la cultura y de las vivencias de las gentes de esta tierra. Coplas que han tenido bastante difusión a través de mi blog y que hoy aprovecho esta ocasión para dedicarlas a todos los omañeses. A los que vivís aquí y a los que ya se fueron para siempre, entre ellos, mis padres, que hoy habrían disfrutado mucho de este acto y a los que debo gran parte de lo que soy.
Entrega del galardón de manos de Julio Álvarez Rubio (Omañés 2012) y en presencia de David Álvarez Cárcamo, presidente del IEO.
Gracias a todos por vuestra presencia y vuestro reconocimiento.
Paladín, 10 de agosto de 2013, VI Omafolk
Ahí van las coplas.
http://larecolusademar. blogspot. com. es/2013_08_01_archive. html