OMAÑESA DEL AÑO 2013
Palabras pronunciadas en el acto de entrega
del galardón "Omañesa 2013"
a
Margarita Álvarez Rodríguez
"como reconocimiento a su labor investigadora y de estudio, y por sus publicaciones sobre la lengua en la comarca de Omaña".
¡GRACIAS!
De mi origen omañés
siempre, amigos, he hecho gala:
ser OMAÑESA DEL AÑO,
me obliga aún más con Omaña.
Queridos paisanos y amigos, omañeses y omañesas…
Hasta hoy tenía la suerte de ser omañesa por haber nacido en Omaña. Hoy añado el honor de ser Omañesa del Año 2013. Y desde hoy, además, empiezo a tener la obligación moral de hacer algo por merecerlo.
Quiero dar las gracias al Instituto de Estudios Omañeses, por pensar en mí para este reconocimiento honorífico, que no creo que merezca. Cualquier omañés, por el hecho de serlo, pudiera gozar de esta distinción, especialmente los que no son omañeses de un año, sino omañeses de todos los días de cada año.
Recibo este homenaje muy emocionada. Y más aún por recibirlo aquí, en Paladín, en mi pueblo, cerca de la casa que me vio nacer y en estas calles en que jugaba de pequeña, al lado de la iglesia y la escuela, dos lugares que han marcado mi vida como la de tantos otros omañeses. Una escuela en que aprendí mis primeras letras que después me llevarían a otras “segundas letras” fuera de aquí. Y una iglesia que ha marcado el paso del tiempo de los omañeses porque les permitía cada siete días dejar de trabajar y vestirse de domingo.
Escuela de Paladín, donde aprendí mis primeras letras
Desde luego llevaré el título de Omañesa 2013 con dignidad y nunca dejaré de hablar bien de esta tierra que me vio nacer.
Porque sí, amigos, nací aquí entre vosotros, en una época en que aprendíamos en la escuela dónde estaban lugares tan lejanos y exóticos como Pernambuco y, en cambio, muchos de nuestros pueblines no estaban en ningún mapa, no tenían carreteras, ni teléfonos, ni teles… León, Oviedo, Madrid… han ido marcando el periplo de mi vida posterior. Pero, cuando me fui de aquí, este pueblo, y con él Omaña, se fueron conmigo para siempre.
Fusión de paisaje y paisanaje (Paladín)
Y aquí me ha prestado volver, año tras año, a descansar, a reconciliarme con la naturaleza, a llenarme de sana energía, a oír el silencio y la quietud del que andamos tan escasos en las grandes ciudades. Volver a esta tierra de la que don Florentino Agustín Díez, en su hermoso libro Omaña, donde los montes suspiran, decía:
Es un paisaje introvertido, autoconcentrado, como ensimismado por una inefable serenidad (…) Todo en el panorama rezuma una mágica quietud, un palpitar apenas perceptible, dulce, puro y encalmado, una ternura infinita de la Madre Naturaleza vuelta sobre sí misma, amamantando querenciosa a sus criaturas.
Es una bellísima descripción de nuestro paisaje. Es verdad que los omañeses sentimos esta naturaleza que rodea nuestros pueblos y que llega a las puertas y ventanas de nuestras casas como una madre protectora que acompaña silenciosa nuestra vida cotidiana. Y a nosotros nos gusta cobijarnos bajo su manto y sentirnos acompañados por ella.
Riberas del río Omaña en verano
¡Qué desprotegido se sentiría cualquier omañés si le quitaran la compañía del paisaje que lo rodea!
Para mí es un lujo haber nacido en un pequeño pueblo omañés, siempre me he enorgullecido de ello y nunca entendí que alguien pudiera avergonzarse de haber nacido en un sitio como este. Aquí están mis raíces y aquí siempre he tenido un lugar entre mis paisanos.
Y ese es mi único mérito, si es que tengo alguno, querer a este lugar: a su paisaje y a su paisanaje. A esos omañeses que nos siguen cuidando esta tierra, esos que le dan vida en el día a día y también aquellos que los precedieron y nos dejaron su legado. Y ya que soy la primera mujer que recibe este galardón quiero que en mí tengan reconocimiento las polifacéticas y esforzadas mujeres omañesas que han trabajado siempre en la hacienda familiar lo mismo que los hombres y, además, cocinaban, cosían, hilaban, tejían, amasaban… Y transmitían la cultura tradicional.
Por todo eso todavía hoy puedo decir con orgullo que lo más trascendente de mi vida lo he aprendido aquí.
Aquí, al compás de las estaciones, aprendí a observar, a respetar, a querer y mimar a la naturaleza. He contemplado muchas veces las transparentes aguas del río que da nombre a la comarca: las truchas que se cebaban en ellas, la belleza de sus riberas cubiertas de alisos y chopos, sus riadas invernales con su impresionante sonido… También me han fascinado los distintos trajes estacionales con que se visten nuestros frutales: sus estampados blancos y sonrosados de las flores primaverales, los lunares escondidos de color cereza, guinda, manzana… que aparecen entre las hojas del verdor veraniego, la maravilla de esos trajes multicolores de tonos ocres y rojizos de la otoñada y hasta la elegancia de su desnudez invernal.
Palabras pronunciadas en el acto de entrega
del galardón "Omañesa 2013"
a
Margarita Álvarez Rodríguez
"como reconocimiento a su labor investigadora y de estudio, y por sus publicaciones sobre la lengua en la comarca de Omaña".
¡GRACIAS!
De mi origen omañés
siempre, amigos, he hecho gala:
ser OMAÑESA DEL AÑO,
me obliga aún más con Omaña.
Queridos paisanos y amigos, omañeses y omañesas…
Hasta hoy tenía la suerte de ser omañesa por haber nacido en Omaña. Hoy añado el honor de ser Omañesa del Año 2013. Y desde hoy, además, empiezo a tener la obligación moral de hacer algo por merecerlo.
Quiero dar las gracias al Instituto de Estudios Omañeses, por pensar en mí para este reconocimiento honorífico, que no creo que merezca. Cualquier omañés, por el hecho de serlo, pudiera gozar de esta distinción, especialmente los que no son omañeses de un año, sino omañeses de todos los días de cada año.
Recibo este homenaje muy emocionada. Y más aún por recibirlo aquí, en Paladín, en mi pueblo, cerca de la casa que me vio nacer y en estas calles en que jugaba de pequeña, al lado de la iglesia y la escuela, dos lugares que han marcado mi vida como la de tantos otros omañeses. Una escuela en que aprendí mis primeras letras que después me llevarían a otras “segundas letras” fuera de aquí. Y una iglesia que ha marcado el paso del tiempo de los omañeses porque les permitía cada siete días dejar de trabajar y vestirse de domingo.
Escuela de Paladín, donde aprendí mis primeras letras
Desde luego llevaré el título de Omañesa 2013 con dignidad y nunca dejaré de hablar bien de esta tierra que me vio nacer.
Porque sí, amigos, nací aquí entre vosotros, en una época en que aprendíamos en la escuela dónde estaban lugares tan lejanos y exóticos como Pernambuco y, en cambio, muchos de nuestros pueblines no estaban en ningún mapa, no tenían carreteras, ni teléfonos, ni teles… León, Oviedo, Madrid… han ido marcando el periplo de mi vida posterior. Pero, cuando me fui de aquí, este pueblo, y con él Omaña, se fueron conmigo para siempre.
Fusión de paisaje y paisanaje (Paladín)
Y aquí me ha prestado volver, año tras año, a descansar, a reconciliarme con la naturaleza, a llenarme de sana energía, a oír el silencio y la quietud del que andamos tan escasos en las grandes ciudades. Volver a esta tierra de la que don Florentino Agustín Díez, en su hermoso libro Omaña, donde los montes suspiran, decía:
Es un paisaje introvertido, autoconcentrado, como ensimismado por una inefable serenidad (…) Todo en el panorama rezuma una mágica quietud, un palpitar apenas perceptible, dulce, puro y encalmado, una ternura infinita de la Madre Naturaleza vuelta sobre sí misma, amamantando querenciosa a sus criaturas.
Es una bellísima descripción de nuestro paisaje. Es verdad que los omañeses sentimos esta naturaleza que rodea nuestros pueblos y que llega a las puertas y ventanas de nuestras casas como una madre protectora que acompaña silenciosa nuestra vida cotidiana. Y a nosotros nos gusta cobijarnos bajo su manto y sentirnos acompañados por ella.
Riberas del río Omaña en verano
¡Qué desprotegido se sentiría cualquier omañés si le quitaran la compañía del paisaje que lo rodea!
Para mí es un lujo haber nacido en un pequeño pueblo omañés, siempre me he enorgullecido de ello y nunca entendí que alguien pudiera avergonzarse de haber nacido en un sitio como este. Aquí están mis raíces y aquí siempre he tenido un lugar entre mis paisanos.
Y ese es mi único mérito, si es que tengo alguno, querer a este lugar: a su paisaje y a su paisanaje. A esos omañeses que nos siguen cuidando esta tierra, esos que le dan vida en el día a día y también aquellos que los precedieron y nos dejaron su legado. Y ya que soy la primera mujer que recibe este galardón quiero que en mí tengan reconocimiento las polifacéticas y esforzadas mujeres omañesas que han trabajado siempre en la hacienda familiar lo mismo que los hombres y, además, cocinaban, cosían, hilaban, tejían, amasaban… Y transmitían la cultura tradicional.
Por todo eso todavía hoy puedo decir con orgullo que lo más trascendente de mi vida lo he aprendido aquí.
Aquí, al compás de las estaciones, aprendí a observar, a respetar, a querer y mimar a la naturaleza. He contemplado muchas veces las transparentes aguas del río que da nombre a la comarca: las truchas que se cebaban en ellas, la belleza de sus riberas cubiertas de alisos y chopos, sus riadas invernales con su impresionante sonido… También me han fascinado los distintos trajes estacionales con que se visten nuestros frutales: sus estampados blancos y sonrosados de las flores primaverales, los lunares escondidos de color cereza, guinda, manzana… que aparecen entre las hojas del verdor veraniego, la maravilla de esos trajes multicolores de tonos ocres y rojizos de la otoñada y hasta la elegancia de su desnudez invernal.