No os dije nada como la moza ya no se digna entrar por aquí.
Hay siempre dos campanas, una más grande (Marta) y otra más chica (María). Se repite incesantemente en todas las espadañas. LLevan impresos sus nombres, a fuego, haciendo alusión a los grandes amigos de Cristo (Lázaro y sus hermanas Marta y María) donde el nazareno encontraba un gran sosiego y alivio, después del duro caminar por trochas y veredas, predicando la paz y la justicia social. Mi padre hacía cantar a las de Santibáñez. Su repique era oído en todo el valle y éste se ponía a bailar.
Campanas de Omaña mía,
repicad con mucho ardor
para que llegue a mi amor
el sosiego y la alegría.
Que no cese vuestro canto,
que alivia cómo un gran manto
la tribulación y el llanto
del que sufre su dolor.
repicad con mucho ardor
para que llegue a mi amor
el sosiego y la alegría.
Que no cese vuestro canto,
que alivia cómo un gran manto
la tribulación y el llanto
del que sufre su dolor.
¡Pero que poeta por Dios!
