Cuando se sopla con la sangre
Increíbles esas gentes, nuestros músicos. Impagable el legado que nos están dejando a base de un esfuerzo no recompensado y una pasión no reconocida por lo suyo, por lo nuestro, por las tradiciones, por la herencia de quienes nos precedieron en la ocupación de esta tierra.
Son músicos que no hacen sonar los instrumentos con aire sino con sangre, que no colocan frente a ellos una partitura sino la historia de sus pueblos escrita en viejos cuadernos con lapiceros afilados con navaja o plumas que han mojado en los tinteros blancos de porcelana de los pupitres escolares.
Por sus venas corren los recuerdos, la memoria de aquellos bailes en cualquier corral, de aquellas procesiones en las fiestas patronales, de aquellas veladas en la cocina, al calor de la lumbre, para combatir el tedio de las largas noches de invierno. En su memoria está el secreto de cómo seguir adelante sin más armas que la imaginación, las ganas, el sentido musical y muchas horas sentado en el corral hasta que aquella melodía que se le había metido en el cerebro salga por los agujeros de la flauta artesana, del rústico chiflo, de la eterna dulzaina o desde las teclas del siempre muy agradecido acordeón.
Súmale unas panderetas, unas cantoras... y tendrás tu historia.
http://www. la-cronica. net/2011/11/15/fotografia. html
Increíbles esas gentes, nuestros músicos. Impagable el legado que nos están dejando a base de un esfuerzo no recompensado y una pasión no reconocida por lo suyo, por lo nuestro, por las tradiciones, por la herencia de quienes nos precedieron en la ocupación de esta tierra.
Son músicos que no hacen sonar los instrumentos con aire sino con sangre, que no colocan frente a ellos una partitura sino la historia de sus pueblos escrita en viejos cuadernos con lapiceros afilados con navaja o plumas que han mojado en los tinteros blancos de porcelana de los pupitres escolares.
Por sus venas corren los recuerdos, la memoria de aquellos bailes en cualquier corral, de aquellas procesiones en las fiestas patronales, de aquellas veladas en la cocina, al calor de la lumbre, para combatir el tedio de las largas noches de invierno. En su memoria está el secreto de cómo seguir adelante sin más armas que la imaginación, las ganas, el sentido musical y muchas horas sentado en el corral hasta que aquella melodía que se le había metido en el cerebro salga por los agujeros de la flauta artesana, del rústico chiflo, de la eterna dulzaina o desde las teclas del siempre muy agradecido acordeón.
Súmale unas panderetas, unas cantoras... y tendrás tu historia.
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