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MANZANEDA DE OMAÑA: Majar. En la zona se utilizaban las palabras "majas"...

Majar. En la zona se utilizaban las palabras "majas" y "ma­jar", alguna vez "mayar".

Las majas eran todo un acontecimiento en el pueblo. Durante más de veinte días iba a estar todo el pueblo, prácticamente, en las eras. Allí, no sólo había trabajo, sino también convivencia, camaradería; se compartía comida y bebida; jugaban los niños y dialogaban los mayores. En muchos pueblos de la zona se "majaba" el centeno y se "trillaba" el trigo. En pueblos en que el centeno no era muy abundante se majaba a mano, con los "manales", que los antiguos, incluso ya los romanos, llamaban "pértigas". El manal era un instrumento formado por dos palos un tanto trabajados y torneados unidos por unas correas de cuero que se sujetaban en un reborde del palo y se ataban con tiras sacadas de las correas. Uno de los palos, el más corto y fino, se cogía con la mano, se elevaba sobre la cabeza y lanzaba el otro palo más grueso, largo y recio sobre las espigas de los manojos extendidos y abiertos en la era; cuatro o cinco personas de cada lado se alternaban en este "macha­queo", pareciendo, vistos por un profano, que se amenazaban y zurraban. Supongo que este fue el método empleado por todos los habitantes de estos pueblos hasta casi mediados del siglo XX, aunque antes y también por esas èpocas había pueblos que trillaban incluso el centeno.

En algunos pueblos existían dos formas de "majar". Algunos manojos bien escogidos y dejados fuera de la fegina se solían majar por el método tradicional de golpear con el manal, con la intención de estropear lo menos posible la paja y que esta sirviese después para "techar" las cubiertas de los pajares que solían estar hechas de paja hábilmente entrelazada o entretejida. Pero las feginas se solían majar desde mediados del siglo XX con las máquinas de majar o "majadoras", con potentes y enormes motores de gasolina, donde especialmente sobresalía el depósito del agua, siempre hirviendo y amenazante: estos motores mediante una amplia correa movían un enorme cilindro metálico que estaba situado dentro de la majadora, propiamente dicha, de madera; en una zona del cilindro estaban incrustados multitud de hierros cortantes, que desgranaban la espiga, separando el grano de la paja. La paja, lo más voluminoso, se apartaba enseguida con una forca de madera de dos gajos. Lo mejor de esa paja o "bálago" lo cogían algunas mujeres para "escolmar" (hacer "cuelmos" que servirían para techar pajares y para hacer "ramos" para atar la hoja verde que se traía en la otoñada para el ganado, para el invierno). El resto del bálago era llevado en "brazaos" por mujeres y niños a los hombres sentados al final de la era para que lo "atasen" con ramos del "cuelmo" en los "fejes" que después se llevarían al pajar, para mullir los establos (principalmente las cubiles de los cerdos).

En la mayoría de los pueblos había una majadora con lo que todo el pueblo participaba en la maja, pasando de una era a otra. En alguno, con mucha producción de centeno, había dos máquinas, compradas a escote por dos grupos de vecinos, con todo lo que esto conllevaba de rivalidad, rapidez.. Todo el pueblo, pues, estaba en las eras al mismo tiempo, pero, en este caso, en dos grupos distintos; incluso se acostumbraba a situar cada máquina en uno de los extremos de las eras, con lo que solamente se cruzaban los dos grupos en la mitad del recorrido. La faena colectiva era solamente la de la maja como tal; las siguientes, de limpiar, trillar, aca­rrear el grano, etc., solían ser ya individuales (posteriores, naturalmente) o de dos familias a lo sumo si tenían pocos miembros para realizar la faena.

La tradición de las majas es algo que se recuerda agradable­mente. Allí, en una buena sombra, cerca de la era, se tomaban "las diez", compartiendo el chorizo, el jamón, la cecina, el queso; los garrafones de vino pasaban de mano en mano en medio del jolgorio general. La comida también se solía hacer en la era: para ello las mujeres, a una hora determinada, marchaban todas juntas a buscarla. Una breve siesta a la sombra (para muchos, tertulia animada), y vuelta al trabajo; sobre las seis de la tarde, la merienda y, al oscurecer, a casa.

Era frecuente oír canciones, chistes, bromas, en los momentos de descanso (pues también había momentos de descanso, por averías, por "atascos", por el exceso de pol­vo..).
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Esta máquina de majar que describen aquí es igual que la que tenía mi abuelo, luego pasó a mi padre y a mi tio José (abuelo de Rosita).