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MANZANEDA DE OMAÑA: Arquitectura Omañesa...

Arquitectura Omañesa

ESPACIO EXTERIOR

El torno a la casa supone el espacio en el que se produce la interacción del grupo social. Dicha interacción está regida por unas normas, primeramente consuetudinarias y después por el ordenamiento de los Concejos y Ayuntamientos. Al respecto, es más que suficiente el articulado de las Ordenanzas que nos hablan de las obligaciones de uso de ese espacio y de los comportamientos que deben guardarse, facilitando los derechos de paso. Una ley que buscaba la funcionalidad de acuerdo a la utilización del mismo, tanto de calles como del terrazgo que hay en el contorno. En ella se contempla las pautas para llevar a cabo las facenderas; asuntos relacionados con límites, sebes y cierros, es decir, con la protección y división de los campos; el uso de las eras, espacios comunales del monte, dehesas y pastos; roderas; arriendos de los aniversarios, esto es, de la hacienda de los santuarios; comportamientos de urbanidad; sanidad y medidas sobre edificios ruinosos que podían afectar al espacio público 14. Es un tema complejo que requiere por sí mismo un tratado.

Por lo que se refiere a Omaña, se puede decir que la articulación de los espacios exteriores está en función del uso. Hay, además, una plena integración de los núcleos en el medio físico, sin soluciones de continuidad, con una división particular minifundista de pequeñas parcelas que se reparten entre el propio espacio del núcleo urbano, cerradas con mampostería en seco o seto vivo, con cancillos como entrada a las fincas, o puertas de elemental construcción que señalan lo privativo.

Los corrales de las casas se cierran con altos muros como férrea protección de la propiedad y como significado del sentido nuclear de la casa. En algunas de ellas, concretamente en Los Bayos, se levantaba un hórreo en su parte central, de cuya arquitectura nada ha quedado 15.

La planimetría de los pueblos se articulaba de acuerdo con las edificaciones y la situación de los distintos tipos de tierras. Su implantación era más bien anárquica aunque razonablemente dispuesta al primar los terrenos de cultivo. Por ello encontramos en los valles ubicaciones del casar en la ladera, lo que obligaba a la realización de “jorfes” travados en seco. Esta obra precisa la disposición de unos pasales incrustados en el murete para acceder al nivel superior del terreno o al uso de escaleras para evitar rodeos. Así mismo, a la realización de canalizaciones de desagüe, como las que se pueden contemplar en las fotografías que indicamos.

Las calles, que tuvieron por piso la propia roca, “reble” o tierra apisonada, son consecuencia de las construcciones y no a la inversa, al no existir una planificación previa. La tendencia general era edificar en torno a la vía de comunicación principal o en las proximidades de un río, circunstancias que suponen un trazado lineal del asentamiento. De igual modo, las condiciones geográficas y el uso del medio hacen que en Omaña, tierra de media montaña por excelencia, no existan plazas como lugar de referencia, sino espacios irregulares más abiertos, muchas veces, punto de reunión del propio Concejo. En otras ocasiones, el espacio privado que supone el antojano de una casa, se convierte en público al ser el lugar indicado para las deliberaciones del común, como ocurrió en la casa que fue de Julián Sabugo, según indican las Ordenanzas de 1786 de Senra.

La orientación de estos pueblos siempre está definida por la necesaria protección de los vientos del norte y del alejamiento de las zonas de abesedo, buscando aquéllas más soleadas, que son las de naciente y mediodía. Con ello se evitaba la persistencia de la helada y los hielos.

El cuidado, reparación y adecentamiento de las calles y calellas son responsabilidad del Concejo con la participación de todo la vecindad. De esta manera se acondicionaban regueros y escorrentías, se atorcaba el río para desviar el agua para el riego de las huertas, se determinaban las servidumbres de fincas y de accesos a las casas, y se señalaban las distancias que cada vecino debía espalar después de las nevadas, para dejar libres las calles.

En el conjunto del poblamiento, otros lugares de vital importancia por su significado sagrado fueron la iglesia y las ermitas, estas últimas con la particularidad de encontrarse buena parte de ellas dentro del mismo casco urbano. En el pórtico o en el atrio de las primeras también se celebraban los citados concejos, aunque, no estando previstos para ese fin, siempre fueron un lugar de reunión de los vecinos. En cuanto a las ermitas, tan ligadas a la creencia y devoción popular –más que a las iglesias–, son lugares en torno a los cuales se celebraban romerías en una mezcla de utilización profana y religiosa del espacio.

Los puntos de concitación del grupo humano a veces surgía en función de una mínima realidad material: desde un árbol que sobresale en tamaño o que tradicionalmente se le ha atribuido un significado, como ocurre con los tejos, hasta un sencillo reloj de sol –útil que actúa de referencia espacial y temporal, pasando por una campana que anuncia a concejo, las fuentes, el porche de edificios municipales, el zagúan de tiendas, tabernas y mesones o el poste de anuncios del municipio. Estos hitos contribuyeron a la semántica del espacio social, con sus significados locales producto del acontecer y la costumbre, que son al fin y al cabo, la historia y la tradición que da sentido a la idiosincrasia y organización de una cultura determinada.