LOS RÍOS
Así nacieron los ríos en las faldas de la sierra llamados de muy antiguo Rogillan y las Regueras, riachuelos cariñosos que brindan con agua fresca, a la gente, a los ganados, a los prados y a las huertas; y allá en la puente del valle al avistarse se alegran y uno al otro se abalanzan y se abrazan y se besan, para seguir como hermanos en amistad verdadera, hasta que mezclan sus aguas con las de la mar serena. Dejémoslos juntos seguir su carrera y allá en Santibáñez simpática aldea, lanzándose al río que baja de Arienza, aumenten sus bríos y no se detengan, que al Órbigo lleven sus aguas revueltas, que surquen los valles y rieguen las vegas y ofrezcan sus aguas a campos y huertas, abriendo sus brazos en cauces y presas; y al fin se derrumben con toda su fuerza, formando cascadas, saltando las piedras, moviendo guijarros, zumbando a las peñas; y orlados de espumas que a flores semejan, cual nobles remeros en trajes de fiesta, penetren los mares en playas amenas; que cuenten primores y digan bellezas de fuentes y ríos y hermosas riberas, de flores y aromas y de aves parleras que alegran los campos y las arboledas. Que llevan noticias de pueblos y aldeas, de los alborozos de bailes y fiestas, de gentes sencillas que viven contentas con las alegrías que brinda la tierra, que cantan y gozan, trabajan y rezan, y viven unidos al pié de la Iglesia, siendo más felices con su pobre hacienda, que los ambiciosos que cruzan la tierra, buscando una dicha que nunca la encuentran.
Así nacieron los ríos en las faldas de la sierra llamados de muy antiguo Rogillan y las Regueras, riachuelos cariñosos que brindan con agua fresca, a la gente, a los ganados, a los prados y a las huertas; y allá en la puente del valle al avistarse se alegran y uno al otro se abalanzan y se abrazan y se besan, para seguir como hermanos en amistad verdadera, hasta que mezclan sus aguas con las de la mar serena. Dejémoslos juntos seguir su carrera y allá en Santibáñez simpática aldea, lanzándose al río que baja de Arienza, aumenten sus bríos y no se detengan, que al Órbigo lleven sus aguas revueltas, que surquen los valles y rieguen las vegas y ofrezcan sus aguas a campos y huertas, abriendo sus brazos en cauces y presas; y al fin se derrumben con toda su fuerza, formando cascadas, saltando las piedras, moviendo guijarros, zumbando a las peñas; y orlados de espumas que a flores semejan, cual nobles remeros en trajes de fiesta, penetren los mares en playas amenas; que cuenten primores y digan bellezas de fuentes y ríos y hermosas riberas, de flores y aromas y de aves parleras que alegran los campos y las arboledas. Que llevan noticias de pueblos y aldeas, de los alborozos de bailes y fiestas, de gentes sencillas que viven contentas con las alegrías que brinda la tierra, que cantan y gozan, trabajan y rezan, y viven unidos al pié de la Iglesia, siendo más felices con su pobre hacienda, que los ambiciosos que cruzan la tierra, buscando una dicha que nunca la encuentran.