Parecidos eran los ritos de comarcas como Omaña, en la que participaba una comitiva formada por “abanderado,
toro, torero, ciego, lazarillo, gitanos y zafarrones (o guirrios en algunos
pueblos)”. En estas localidades eran los
toros los que arremetían contra el vecindario. “Delante de la
iglesia, el torero hacía alarde de su
arte en una corrida no exenta de atropellos y revolcones. El resto de la comitiva bailaba, saltaba y fustigaba al toro, completando un cuadro de algarabía general”, recuerda David
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