Reinando Sancho I (llamado el Craso, hijo de Ramiro II) aparecen en el año 956 las primeras noticias documentadas sobre este
edificio. La intención de este rey fue construir un templo para albergar las reliquias de Pelayo, el niño martirizado en
Córdoba en el año 925, cuya fama se extendió pronto por toda la cristiandad europea. Hizo las gestiones oportunas con la corte cordobesa (de la que había sido huésped) para el traslado del cuerpo, pero no vio realizado su empeño porque fue asesinado antes.