Las palizas y golpes en el Centro de Falange, detrás de la fábrica de harinas, o en lugares de difícil observancia se multiplicaron. Tortura fue el método de amedrentamiento y confesión. El aceite de ricino, en cantidad sobrepasante, reducía a hombres y mujeres a lamentables piltrafas o guiñapos humanos. Se apuntaba con pistolas y fusiles sobre el pecho de los denunciados para intimidarlos; se cortaba el pelo a las mujeres y se ataba a la bandera; se los llevaba, sin razón alguna, a la Plaza Mayor y se les hacía gritar con brazo alzado y mano extendida ¡Arriba -españa!¡Viva Franco!. Otros fueron obligados a pintar el yugo y las flechas en las paredes de la Plaza Mayor o en fachadas de casas de republicanos. Algunos, atados con soguillas, fueron conducidos a Sahagún, donde permanecieron dos o tres días en la cárcel y luego fueron liberados. El sustrato que provocaba estas acciones era unas veces la denuncia anónima y secreta y otras la prepotencia de aquellos triunfadores que se arrogaban el poder sobre la vida y las personas. Alguien fue multado por manifestar el "pésame" a las viudas de los fusilados.
Pags. 254 y 255 del libro de Vicente Martínez Encinas.
Los familiares y perdonamos ni olvidamos por que no podemos hacerlo.
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