FOLLOSO: Hola Peña, bienvingut!...

Enfrente de la escuela de Folloso, única casa con piedra sillar en ventanas, esquinas y rodeando el escudo de armas de los Tusinos, se encontraba la casa de D. Segundo, secretario del Ayuntamiento que por aquellas épocas se encontraba ubicado en Campo de la Lomba. D. Segundo era un hombre enjuto, metido en años, con muy poca sonrisa en la cara y además de llevar los temas inherentes al Ayuntamiento ejercía como representante leído de la autoridad gobernante en aquellos momentos. Vivía con una sobrina nacida en 1901 y con un criado que le llevaba a cabo las labores de la labranza. Su casa estaba frente a la solariega de los Tusinos y bajo la protección de la Iglesia que se elevaba sobre unas peñas con su espadaña tuerta, pues tenía una sola campana aunque hueco para dos. Entre los tres edificios y la casa de Nicanor formaban una pequeña plaza que podíamos denominar la zona noble de Folloso. Recurdo de aquella casa de losado con pajar adjunto, con su corral interior comunicado con postigo con la era en la que se encontraba una panera de techo de paja y algunaos frutales únicos en la comarca, sobre todo un manazanal que para San Juan ya apuntaba aquella fruta que los rapaces pocas veces dejábamos madurar, o aquel cirolar que "abullicaba" El Carballo y recogidas las ciruelas jugosas, llovidas según la intensidad y durada del "abullicamiento", salíamos corriendo por la Llamica a saborearlas en cualquier esquina. Nos sabían a ciruelas únicas y exclusivas, nacidas del éxito de vencer el miedo, mezclado con el placer de lo prohibido y la rapidez de las: "piernas para qué os quiero". En la parte norte de la era crecían unos negrillos, no maderables por aquel entonces, y en el hueco que quedaba entre ellos y la pared guardábamos los bolos y las medias bolas con lo que se juega a dicho juego. Justo el camino que discurría entre la pared de la era de Segundo y la pared de las linares que había hacia la era de Cándida, hacía los domingos de juego de bolos que llegábamos a poner la mano para lanzar las medias bolas hasta la parte de atrás de la sacristía de la Iglesia.
D. Segundo tenía un sobrino o familiar en algún grado que algunos veranos venía a pasar unos días para tomar los aires de la montaña. Por D. Laureano se le conocía y por doña Luci a su señora esposa y por Laureanín a su adorado retoño. Los decires del pueblo anunciaban que D. Laureano era persona de mucho dinero y postín. Se decía que era dueño de Cines en Madrid y en León. A mis hermanos había oído hablar del Alfajeme i del Emperador, pero saber lo que era un cine y una película yo todavía no sabía, ni me lo imaginaba por mucho que me explicaran que eran historias que parecían verdad y no eran verdad y se veían a oscuras y en una pared y parecía que los caballos corriesen. Mi cabecita no estaba estructurada para entenderlo hasta que a los diez años fui, precisamente al Alfajeme a ver mi primera película. Qién me iba a decir a mi que más tarde sería una de mis aficiones y que me ayudó a crecer, vivir, viajar, aprender, emocionarme... En aquella primera película no pensé en el cine, pensé en D. Laureano y en la era de D. Segundo.
Cada pueblo tiene su fiesta. Yo había estado en San Juan en el pueblo de la Ñ o en San Roque en Campo, pero en San Lorenzo en Folloso no había estado nunca porque nunca se celebraba. Suponía un gasto, alguna ropa o calzado nuevo, comida especial, limpieza general de la casa por si venían invitados, los postres especiales, los mazapanes, costear los gastos de la Iglesia, cura, flores, peanas, andarillas y sobre todo la música, traer un "alcurdionista", a Salvador de Senra o buscar otro si él no podía. Era un gasto y trabajo que casi siempre a nadie le iba bien y nadie lo proponía en el concejo.
Aquel año de los cincuentas, que no me atrevo a ponerle número, D. Laureano, no sé el motivo, contrató música, cura, flores para la Iglesia y se atusó el santo y se anunció a bombo y platillo que aquel año Folloso tendría fiesta grande en día de San Lorenzo.
Las mozas hablaban de cómo adornar la Iglesia y en las casas se hablaba y se predisponía de las viandas para la comida de San Lorenzo.

En vísperas, mamá y mi hermana, en un caldero de los de ir por agua a la fuente habían batido un montón de huevos, unas cuantas "ñialadas", con una especie de muelle flojo con mango y habían añadido azúcar y harina fina y blanca. En un descuido metí el dedo y probé y estaba dulce, un poco espeso, pero era agradable. Encima de la mesa de la cocina había una especie de masa de pan muy fina y mi hermana con un vaso iba haciendo redondas todas iguales. En el horno había un mazapán y le clavaban una "subina" para ver si quedaba manchada o salía limpia. Si salía limpia ya estaba listo. El verano no había acabado, pero las praos ya habían dejado crecer los brotes de hierba verde después de haber sido afeitados literlamente con los gadaños para guardar la hierba para el invierno. Esos brotes de hierba verde se le llamaba "otoño"y las vacas iban de prado en prado hasta que sólo quedaba las raíces. La pareja de las vacas que tiraban del carro o del arado empezaban el otoño de los prados y no se las condenaba nunca a apurar tanto. Aquellas víspera de San Lorenzo, fiesta pagada por D. Laureano, yo estaba ocupado con las vacas en el otoño del prao La Fuente. El más cercano a mi casa. En un santiamén estaba en mi casa y en otro volvía y controlaba para que no se fueran a algún otro prado de los vecinos. Aquel día habían sido imnumerables las veces que me había presentado en la cocina de mi casa a "fisgulear" los preparativos de la fiesta, sobre todo los postres. Primero me conformaba con mirar, después ya metí el dedo, probé y estaba dulce, estaba bueno, acto seguido ya pasé a la acción verbal de: "dadme algo". Las visitas fuern muchas y ya estaban cansadas del dadme algo y en una de las visitas me dijeron: Toma, llévate el caldero y arrebaña". Era el caldero del mazapán dónde yo había metido el dedo y no era pequeño. Casi arrastrando el caldero me fui pal prao La Fuente y con una cuchara de madera, yo que sé cuantos rechupeteados di a la masa dulce que en el culo y paredes se había quedado adherida. Cuando volví a devolver el caldero y la "cuchar", debía de hacer muy mala cara porque mamá me dijo, " ¿qué tienes?". Ya no me dio tiempo a contestar. Estaba blanco y empecé a vaciar el dulce que antes glotonamente habia engullido.
Para mi la fiesta de San Lorenzo se acabó en aquel momento. La pasé en la cama con fiebre y ascos profundos. Oí que hubo Misa cantada, procesión del Santo. Juego de Bolos. Música y baile en la era de Segundo. Gente de muchos pueblos de los alrededores y hasta de Murias de Ponjos. Pero todo eso fue de oídas, al igual que este año ha sido de vista por las preciosas fotos que habéis enviado Serbal y Jaqueline.

Un abrazo.

Hola Peña, bienvingut!

Me imagino que después de esta experiencia no te llevaban ni atado a ver "la
venganza de la masa", por muy cinéfilo que fueras...

Ana
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Retrobada Ana,

Ya veo que, aunque los 21 gramos todavía no se hayan reintegrado a tu viajado cuerpo, sigues con la misma capaciad de gracejo que antes del inicio de tu viaje vacacional. Ya te he visto en el barrio del Oseo, aunque también veo que tienes dificultades con la permanencia en el mismo. Eso es que las flores de los arbustos que dan nombre al pueblo han entrado en estado de celosía. Son silvestres y te han enseñado sus espinas para que no se ubique allí una rosa cultivada. Están boicoteando ... (ver texto completo)


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