EL CRISTO.- 11.- El día de la fiesta, se llenaba la plaza de puestos de golosinas y chucherías, y, cuando yo era niña, no faltaba la dulzaina alegrando al pueblo con sus “pasacalles”. Desde entonces me pasa con la dulzaina lo que con el “esquilín”, que no hay ninguna música que me resulte tan grata y tan dulce al oído. Los dulzaineros iban a buscar al alcalde a su casa, para acompañarlo a la Iglesia, y el Ayuntamiento presidía la misa, colocado en unos bancos que había junto al altar. A la consagración, ... (ver texto completo)