LOS HOJALATEROS (2)
No le dije que aprendí a escribir en una placa de pizarra —con un pizarrín de piedra más blanda para que no rayase— a fin de evitar que en las inevitables discusiones generacionales me considere mentalmente instalado en la era de la escritura litográfica y cuneiforme, anterior al papiro. No quiero ni imaginar lo que podría pensar de mi educación y buenas maneras si le hubiera explicado el método que utilizaba para borrar lo escrito.
Creo que le resultaría difícil creer lo reacio que fui a admitir que un bolígrafo se tiraba cuando se gastaba, y la de vueltas que di al primero que tuve, cavilando sobre lo que podría hacer para recargarlo cuando se agotó su tinta.
Seguramente se reiría si le hubiera hablado de la regla de cálculo, y más si le hubiera contado que no se permitía su uso en los exámenes de algunas escuelas técnicas por constituir un medio de procesar los datos que impedía evaluar adecuadamente el grado de conocimiento del examinando. Hasta puede que llegara a dudar de la seriedad de proyectos tecnológicos de hace cincuenta años.
Sí, es verdad que queda fuera de su tiempo una infancia sin televisor, con juguetes de cuerda, en la que no se conocía el transistor y las pilas se utilizaban sólo para las linternas...
O una adolescencia en la que las copias se hacían con ciclostil, la música se registraba en discos de vinilo, el “CD” era una entelequia en la mente de algún soñador, no se había inventado el “PC” ni el teléfono móvil y aún no se utilizaba la gasolina sin plomo...
Eran los tiempos en los que los hojalateros...
No le dije que aprendí a escribir en una placa de pizarra —con un pizarrín de piedra más blanda para que no rayase— a fin de evitar que en las inevitables discusiones generacionales me considere mentalmente instalado en la era de la escritura litográfica y cuneiforme, anterior al papiro. No quiero ni imaginar lo que podría pensar de mi educación y buenas maneras si le hubiera explicado el método que utilizaba para borrar lo escrito.
Creo que le resultaría difícil creer lo reacio que fui a admitir que un bolígrafo se tiraba cuando se gastaba, y la de vueltas que di al primero que tuve, cavilando sobre lo que podría hacer para recargarlo cuando se agotó su tinta.
Seguramente se reiría si le hubiera hablado de la regla de cálculo, y más si le hubiera contado que no se permitía su uso en los exámenes de algunas escuelas técnicas por constituir un medio de procesar los datos que impedía evaluar adecuadamente el grado de conocimiento del examinando. Hasta puede que llegara a dudar de la seriedad de proyectos tecnológicos de hace cincuenta años.
Sí, es verdad que queda fuera de su tiempo una infancia sin televisor, con juguetes de cuerda, en la que no se conocía el transistor y las pilas se utilizaban sólo para las linternas...
O una adolescencia en la que las copias se hacían con ciclostil, la música se registraba en discos de vinilo, el “CD” era una entelequia en la mente de algún soñador, no se había inventado el “PC” ni el teléfono móvil y aún no se utilizaba la gasolina sin plomo...
Eran los tiempos en los que los hojalateros...