Queridos foreros:
Ayer despedimos a Lisardo. La tierra que le vio nacer lo acogió y en momentos de silencios que acompañan a la muerte examinamos nuestro paso por este mundo, para retornar al pasado verdadero y al pasado fantástico, recuperar las memorias que otros han olvidado e iniciar el momento de la despedida…
Mati y Lisardo formaban parte de mi familia. No eran lazos de sangre los que los unían. Ellos eran compadres. Sellaron ese pacto que se establece cuando, por lazos de amistad, tu confías en mi y yo me presto y me comprometo a sustituirte en caso de ausencia infinita y perentoria necesidad.
Recuerdo que de pequeños los visitábamos en Garaño. Una excursión a la que nos apuntábamos gozosos porque allí había otros niños y eso suponía juegos, carreras y alegría… Y llegábamos a una casa con corredor acristalado, y un gato ronroneando, y con la cercanía de ese monte, lugar envuelto en mágicas sensaciones que nos atraía, al que subíamos para sentirnos los conquistadores del lugar…
Y cuando se estableció la distancia entre ellos y nosotros, las cartas de Mati que mi madre nos leía, nos acercaba esa Barcelona donde ellos vivían. Y sabíamos de todos… y más tarde supimos de la enfermedad, el dolor y la muerte y la desesperación de la distancia que acrecienta aún más el dolor por la ausencia… Y el recuerdo de Mati siguió con nosotros… sigue con nosotros. Símbolo de admiración, amistad y confianza compartida.
En momentos como los de ayer, el luto nos envuelve, se oscurece todo y buscamos una luz y fácilmente nos transportamos a los tiempos en que vivimos, disfrutamos, admiramos y sufrimos por los avatares de esa amistad familiar.
Y Lisardo, experto en superaciones… y cansado ya de pruebas como las tuvo que soportar Job, aquel infeliz, se dejó llevar y murió rodeado por su familia y los espíritus de Mati, Tato y Pili, que le antecedieron y de los que, estoy segura, no pasó un solo día sin dejar de preguntarse, de dolerse y de sentir la ausencia agónica que dejan unos hijos robados por la muerte.
Y ayer nos encontramos con Yoyi, Pin, Lupina, Alejandro y Carmina con sus familias, y a un chico alegre y sonriente, que nos transportó hasta ese tiempo en que vivimos, disfrutamos, admiramos y sufrimos por Tato, al que quisimos sin igual. Nos recordó su vida junto a la nuestra y a la que imaginamos plena por feliz y afable, divertida y placentera... ese es el recuerdo que nos dejó de su existencia porque, para nosotros, toda su vida fue así...
Quiero terminar deseando a los que quedan esperanza y paz, que es lo que da sentido a la vida y optimismo para inventar la vida cada mañana y disfrutar de las cosas bien hechas.
He colgado una foto de la boda de Mati y Lisardo, como homenaje a este gran hombre que se fue.
Un abrazo a todos y feliz domingo!
Mariajesús Morla
Ayer despedimos a Lisardo. La tierra que le vio nacer lo acogió y en momentos de silencios que acompañan a la muerte examinamos nuestro paso por este mundo, para retornar al pasado verdadero y al pasado fantástico, recuperar las memorias que otros han olvidado e iniciar el momento de la despedida…
Mati y Lisardo formaban parte de mi familia. No eran lazos de sangre los que los unían. Ellos eran compadres. Sellaron ese pacto que se establece cuando, por lazos de amistad, tu confías en mi y yo me presto y me comprometo a sustituirte en caso de ausencia infinita y perentoria necesidad.
Recuerdo que de pequeños los visitábamos en Garaño. Una excursión a la que nos apuntábamos gozosos porque allí había otros niños y eso suponía juegos, carreras y alegría… Y llegábamos a una casa con corredor acristalado, y un gato ronroneando, y con la cercanía de ese monte, lugar envuelto en mágicas sensaciones que nos atraía, al que subíamos para sentirnos los conquistadores del lugar…
Y cuando se estableció la distancia entre ellos y nosotros, las cartas de Mati que mi madre nos leía, nos acercaba esa Barcelona donde ellos vivían. Y sabíamos de todos… y más tarde supimos de la enfermedad, el dolor y la muerte y la desesperación de la distancia que acrecienta aún más el dolor por la ausencia… Y el recuerdo de Mati siguió con nosotros… sigue con nosotros. Símbolo de admiración, amistad y confianza compartida.
En momentos como los de ayer, el luto nos envuelve, se oscurece todo y buscamos una luz y fácilmente nos transportamos a los tiempos en que vivimos, disfrutamos, admiramos y sufrimos por los avatares de esa amistad familiar.
Y Lisardo, experto en superaciones… y cansado ya de pruebas como las tuvo que soportar Job, aquel infeliz, se dejó llevar y murió rodeado por su familia y los espíritus de Mati, Tato y Pili, que le antecedieron y de los que, estoy segura, no pasó un solo día sin dejar de preguntarse, de dolerse y de sentir la ausencia agónica que dejan unos hijos robados por la muerte.
Y ayer nos encontramos con Yoyi, Pin, Lupina, Alejandro y Carmina con sus familias, y a un chico alegre y sonriente, que nos transportó hasta ese tiempo en que vivimos, disfrutamos, admiramos y sufrimos por Tato, al que quisimos sin igual. Nos recordó su vida junto a la nuestra y a la que imaginamos plena por feliz y afable, divertida y placentera... ese es el recuerdo que nos dejó de su existencia porque, para nosotros, toda su vida fue así...
Quiero terminar deseando a los que quedan esperanza y paz, que es lo que da sentido a la vida y optimismo para inventar la vida cada mañana y disfrutar de las cosas bien hechas.
He colgado una foto de la boda de Mati y Lisardo, como homenaje a este gran hombre que se fue.
Un abrazo a todos y feliz domingo!
Mariajesús Morla
Que emotivo recuerdo a nuestro querido Lisardo. Yo también lo conocí y por supuesto también a Mati, eran los dos entrañables y muy buena gente. Un beso pero que muy fuerte desde aquí para toda la familia y especialmente para Lupina. Gracias María Jesús por este gesto. Que descanse en paz.