REMEMORANDO EL PASADO 7.- LOS QUE SE FUERON
No puedo finalizar mis recuerdos de la infancia, parte inicial de mi vida, sin hacer alusión a la muerte (por eso de que la muerte es parte de la vida). En mi casa hemos tenido la suerte de distraer a la muerte, pero reconozco que es el dolor más antiguo e inevitable de la humanidad.
Tengo conciencia de ella con el fallecimiento de mis primos, Ángel y Marucha, hijo de tía Doradía.
Cuando mi madre, que de aquella tenía el teléfono público en casa, recibió la noticia de esta tragedia (accidente de coche en Cartagena), la recuerdo desmoronada, de rodillas, balbuceando plegarias y pidiendo un milagro… o en un momento de cordura, valor y fortaleza para poder trasmitir esta terrible noticia a su hermana. Postrada de rodillas en el hall, mirando al cielo aterrada, nos abrazaba a ella de forma protectora y sus lamentos me cayeron encima como un manto ineludible.
En un momento de sosiego, observando la calle vio pasar a alguien hacia Canales, y le pidió que dijera a su hermana que viniera cuando antes a su casa, que tenía que comunicarle algo. Ese día ha quedado marcado en mi memoria…
No sólo era el dolor por los que se habían ido sino también por los que quedaban: su hijos pequeños (Angelín e Inma) sus padres… sus hermanos… todos los que nos quedamos desconsolados.
Otro suceso semejante ocurrió con la muerte de Carlos Calvo y José de Virgilio. La capilla ardiente de Carlos se instaló en la casa de mi vecinos Julia y Merino, su tíos. El dolor de esa familia (Severina, Santiago, Rosi, Tere y Miguel) y la consternación de todos sólo se puede comparar a una explosión de llantos y lamentos. Supongo que en casa de Virgilio sería parecido. Cuando la muerte sorprende a gente joven es aún más doloroso si cabe.
Después llegó la despedida de Gonzalín, hijo de Pepina y el Vasco, nieto de mi vecina Placidia, el amigo de mis hermanos, ese chico alegre y majo que iniciaba su juventud. Un destino cruel e inesperado nos lo arrebató.
Vivimos el luto de Gonzalín enterrando el suceso en un arenal de silencios, hasta que dejara de dolernos (establecimos una especie de pacto), y en ese intento, se nos fue la mano dejando en cuarentena muy buenos momentos vividos junto a él. Y ahora mediante este milagro llamado foro, lo resucitamos por un instante y rememoramos su vida junto a la nuestra.
Al hacer funcionar nuestra moviola interna, analizamos las situaciones, estudiamos las reacciones, revivimos los sentimientos …Es una situación extraña, quizás más que por el propio contenido de la historia, por la propia intensidad de los sentimientos y lo no habitual del relato.
Sabemos porque lo hemos vivido, (verdad? José Ángel) que nadie puede cambiar el curso de un destino. No existen recetas mágicas ni recursos de ilusionista, cada uno tiene que cumplir su tiempo.
Y hubo dos despedidas más que pasaron por delante de mis ojos y de mi casa. Una fue Aurora que despertó una mañana buscando el vértigo de una liberación. Nuestro río Luna la acogió y Aurora se convirtió en una balsa sin rumbo navegando en un mar de pena.
Y en un volteo de campanas, (supongo que era Corpus cuando el repique de campanas anunciaba la mayor y más importante jornada festiva en Canales) y durante la procesión, cayó de la torre del campanario un chico, creo que hermano de Loren (ayudadme a ponerle nombre) y nos dimos cuenta cuán efímera es la existencia Todo el pueblo desfiló por su casa para verlo, para acompañar a su familia en el duelo. (Mi primera visita a un difunto fue Tirlllas, accedí a acompañar a mi madre, por eso de que la muerte es natural y más vale acostumbrarse a ella desde temprano. Su imagen ha permanecido en mi recuerdo,)
Como sabéis, en cada amanecer el mundo se crea de nuevo y atrás quedaron familias enteras con el corazón roto, tirando por su vida para protegerse y proteger a los que quedan.
Y para poner un broche final a este memorandum, que nos deje un buen sabor de boca, voy a utilizar un texto de Deepack Chopra, que me ha gustado de siempre:
“Somos viajeros en un viaje cósmico; polvo de estrellas que gira y baila en los remolinos del infinito. Nos hemos detenido un momento a encontrarnos, a conocernos, a amarnos, a compartir. Es un momento precioso pero transitorio. Es un pequeño paréntesis en la eternidad. Si compartimos amor y alegría, este momento habrá merecido la pena”.
Mariajesús Morla
No puedo finalizar mis recuerdos de la infancia, parte inicial de mi vida, sin hacer alusión a la muerte (por eso de que la muerte es parte de la vida). En mi casa hemos tenido la suerte de distraer a la muerte, pero reconozco que es el dolor más antiguo e inevitable de la humanidad.
Tengo conciencia de ella con el fallecimiento de mis primos, Ángel y Marucha, hijo de tía Doradía.
Cuando mi madre, que de aquella tenía el teléfono público en casa, recibió la noticia de esta tragedia (accidente de coche en Cartagena), la recuerdo desmoronada, de rodillas, balbuceando plegarias y pidiendo un milagro… o en un momento de cordura, valor y fortaleza para poder trasmitir esta terrible noticia a su hermana. Postrada de rodillas en el hall, mirando al cielo aterrada, nos abrazaba a ella de forma protectora y sus lamentos me cayeron encima como un manto ineludible.
En un momento de sosiego, observando la calle vio pasar a alguien hacia Canales, y le pidió que dijera a su hermana que viniera cuando antes a su casa, que tenía que comunicarle algo. Ese día ha quedado marcado en mi memoria…
No sólo era el dolor por los que se habían ido sino también por los que quedaban: su hijos pequeños (Angelín e Inma) sus padres… sus hermanos… todos los que nos quedamos desconsolados.
Otro suceso semejante ocurrió con la muerte de Carlos Calvo y José de Virgilio. La capilla ardiente de Carlos se instaló en la casa de mi vecinos Julia y Merino, su tíos. El dolor de esa familia (Severina, Santiago, Rosi, Tere y Miguel) y la consternación de todos sólo se puede comparar a una explosión de llantos y lamentos. Supongo que en casa de Virgilio sería parecido. Cuando la muerte sorprende a gente joven es aún más doloroso si cabe.
Después llegó la despedida de Gonzalín, hijo de Pepina y el Vasco, nieto de mi vecina Placidia, el amigo de mis hermanos, ese chico alegre y majo que iniciaba su juventud. Un destino cruel e inesperado nos lo arrebató.
Vivimos el luto de Gonzalín enterrando el suceso en un arenal de silencios, hasta que dejara de dolernos (establecimos una especie de pacto), y en ese intento, se nos fue la mano dejando en cuarentena muy buenos momentos vividos junto a él. Y ahora mediante este milagro llamado foro, lo resucitamos por un instante y rememoramos su vida junto a la nuestra.
Al hacer funcionar nuestra moviola interna, analizamos las situaciones, estudiamos las reacciones, revivimos los sentimientos …Es una situación extraña, quizás más que por el propio contenido de la historia, por la propia intensidad de los sentimientos y lo no habitual del relato.
Sabemos porque lo hemos vivido, (verdad? José Ángel) que nadie puede cambiar el curso de un destino. No existen recetas mágicas ni recursos de ilusionista, cada uno tiene que cumplir su tiempo.
Y hubo dos despedidas más que pasaron por delante de mis ojos y de mi casa. Una fue Aurora que despertó una mañana buscando el vértigo de una liberación. Nuestro río Luna la acogió y Aurora se convirtió en una balsa sin rumbo navegando en un mar de pena.
Y en un volteo de campanas, (supongo que era Corpus cuando el repique de campanas anunciaba la mayor y más importante jornada festiva en Canales) y durante la procesión, cayó de la torre del campanario un chico, creo que hermano de Loren (ayudadme a ponerle nombre) y nos dimos cuenta cuán efímera es la existencia Todo el pueblo desfiló por su casa para verlo, para acompañar a su familia en el duelo. (Mi primera visita a un difunto fue Tirlllas, accedí a acompañar a mi madre, por eso de que la muerte es natural y más vale acostumbrarse a ella desde temprano. Su imagen ha permanecido en mi recuerdo,)
Como sabéis, en cada amanecer el mundo se crea de nuevo y atrás quedaron familias enteras con el corazón roto, tirando por su vida para protegerse y proteger a los que quedan.
Y para poner un broche final a este memorandum, que nos deje un buen sabor de boca, voy a utilizar un texto de Deepack Chopra, que me ha gustado de siempre:
“Somos viajeros en un viaje cósmico; polvo de estrellas que gira y baila en los remolinos del infinito. Nos hemos detenido un momento a encontrarnos, a conocernos, a amarnos, a compartir. Es un momento precioso pero transitorio. Es un pequeño paréntesis en la eternidad. Si compartimos amor y alegría, este momento habrá merecido la pena”.
Mariajesús Morla
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