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CANALES: Amigos, tengo ganas ya de quitarme este muerto de encima....

Amigos, tengo ganas ya de quitarme este muerto de encima. Me refiero a Lucerito.
Aqui va otro capitulo, donde cuento lo que vera el que lo leyere, o lo oira el que lo escuchare. Y a ver si de esta entra todo.

... Y temiendo que algunos graciosos quieren gastarle una broma pesada, o lo que es peor, meter mano en la cocina de curar, coge una escopeta que tras la puerta tenia colgada y unos cartuchos de sal, la carga y sale dando voces y cagandose en todos los fantasmas que se menean, disparando un tiro al aire, el primero, y el otro no dudó en pegárselo a una de esas sombras que corrían despavoridas en la noche dando voces, con tan buena puntería como mala suerte para Jose Angel que se llevó toda la perdigonada en el trasero: UUUUAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYY YY, gritó él, UUUUUUUUUUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAA AAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYYYYYY YYYYYYYYYYYY, volvió a gritar de nuevo saltando sin parar y arrascándose con fruición el culo. (Algunos pensaron después que no fue casualidad, sino que con esa perdigonada Codines se vengaba de las muchas que le había armado Jose Angel en el taller).
Corrieron como posesos, torcieron a la izquierda, iban en dirección a Matarredonda pero allí mismo, de pronto: ¡quietos!, ahí hay alguien en las sombras. ¿Sera Dalmacio? No se atreven ni a respirar. Y las sombras tampoco. Entre ellos la tenue luz que da una triste bombilla en la calle. Silencio total. Solo se oye a lo lejos el repicar de unas campanas.
LUPINA
Lupina cree reconocer las figuras de Mary Leo, la de Amabilia, y Elena la hija de Canor Sierra y su prima asturiana Gelines que esta aquí de puente; y a estas horas seguramente que vienen de la discoteca del Crucero y ya se estaban despidiendo. Lupina en susurros les propone a sus amigos abordarlas para preguntarles por Dalmacio y convencerlas para que ellas vayan por delante avisándoles si acaso lo ven y de esta manera dar toda la vuelta a Mataredonda y por Valdoreo llegar a la carretera y a la casa de Teresa. Convencidos dan un paso entrando en la zona de tenue luz, al tiempo que chistan a las chicas, quienes al ver aquel extraño ser, envuelto en una sábana blanca, que les mira, les sonríe y les llama por su nombre, asustadas y espantadas echan a correr dando voces como locas; y cuanto más corrían nuestros amigos tras ellas IAAHH, IIAAAHHH, JA, IIIAAAAHHHHH, JA, IIIIIAAAAAAAHHHHHHHH, ¡que no!, ¡que no!, ¡no corráis! ¡que somos nosotros!, mas y más gritaban y corrían ellas, al tiempo que a lo lejos volvían a sonar las campanas de la iglesia. Y de esa manera corriendo por todo el barrio de Matarredonda delante de Lucerito IAAHH, IIAAAHHH, JA, IIIAAAAHHHHH, JA, IIIIIAAAAAAAHHHHHHHH llegan a su casa donde entran en un suspiro y cierran de un fuerte golpe. Y justo en ese lugar se detienen nuestros amigos a coger aire y fuerzas cuando en esto sale Canor Sierra con la escopeta cargada dando tiros al aire y cagandose en todos los fantasmas que se menean (¡Ala, venga, más tiros otra vez!) y la muchachada agarrados de nuevo al carro IAAHH, IIAAAHHH, JA, IIIAAAAHHHHH, JA, IIIIIAAAAAAAHHHHHHHH escapan como pueden y ya van a enfilar por Valdoreo hacia abajo en dirección a la carretera cuando ven de nuevo a aquel fantasma que con un gran velo blanco en la cabeza, una botella de Calisay fuertemente agarrada en una de sus manos y en la otra una pequeña vela, viene dando tumbos exclamando a voz en grito que las naves extraterrestres se acercan, y que seres de otro mundo están a punto de invadirnos ¡Hips!. Así que los muchachos no tienen otra opción que tirar hacia la izquierda, hacia arriba, por aquella empinada carretera camino del cementerio mientras las campanas de la iglesia no se cansan de repicar.
Y amigos, todos sabéis lo terrorífica que es esa cuesta, lo empinada que está. Y los chicos que ya habían batido todos los record de carrera cross, arrastre de carro, natación y salto de obstáculos, a estas horas ya no estaban para muchos trotes y mucho menos para intentar subir aquel Alpe Duez. Y mira que lo intentaron, y que pusieron empeño, pero tenían todos los elementos en contra, y cuando ya estaban a medio camino de coronar la meta, las fuerzas les abandonan uno a uno y el carro se les va yendo de las manos. Y la pobre de Lupina que quedó la última se vio arrastrada por él y para evitar ser arrollada de un salto se incorporó al carro y se agarró con uñas y dientes aterrorizada al ver que aquello alcanzaba cada vez más y más una velocidad vertiginosa IAAHH, IIAAAHHH, JA, IIIAAAAHHHHH, JA, IIIIIAAAAAAAHHHHHHHH. Pero de pronto algo pasa en su interior y pierde el miedo y en un acto de inconsciencia y temeridad se incorpora de un salto en el carro, entre el burro y la maleta de Luis Angel, al tiempo que con los brazos estirados y el pelo al viento grita y rie, y ríe y grita como una loca ¡ARREEEEE! ¡ARRRREEEEEE! IAAAA, IAAAAA. Mientras lucerito se sigue escuajaringando a su vez de la risa IAAHH, IIAAAHHH, JA, IIIAAAAHHHHH, JA, IIIIIAAAAAAAHHHHHHHH y las campanas de la iglesia parece que repican más fuerte aún. Y cuando el pobre de Avelino ve aquel torbellino con ojos que se le viene encima a toda mecha se da la vuelta y corre como un poseído gritando a todo pulmón: ¡YA ESTÁN AQUÍ! ¡YA ESTÁN AQUÍ!, y como ve que no tiene escapatoria y que está a punto de ser abducido por aquel ser de otro mundo no duda en tirarse de cabeza al arroyo que por allí pasa; y los muchachos de nuevo comienzan su alocada carrera para alcanzar al carro y ver si pueden rescatar aún con vida a una Lupina que sin duda se ha vuelto loca, uno arrastrando su floreada bata de faralaes, otro con su falda hawaiana, el tercero en minifalda rascándose su coloradas nalgas, un cuarto de escocés y un poco más atrás un quinto que cada pocos metros tropieza con sus propios pantalones y se va estrellando de morros contra el suelo.
Y justo lo alcanzan en medio de la carretera y ya sin dudarlo, desesperados, agarran el carro, con Lupina, la maleta y el burro encima y a toda la carrera enfilan carretera abajo y entran derrapando por fin en el patio de la casa de Teresa, pasan al corral donde ven un gran agujero y sin dudarlo vuelcan el carro, que si Lupina no anda lista va a parar al hoyo también, y en pocos segundos, con manos, pies, palas y picos echan toda la tierra encima, mientras a través de una de las ventanas se ve a la buena de Teresa que dormita inocente, sentada en el escaño de la cocina.
DALMACIO
¡Por fin!
Aún no se lo creen. Pero ya sin el cuerpo del delito, tras decir Jose Angel unas palabras a modo de responso, deciden acompañar a Lupina hasta su casa y luego cada uno para la suya, “Esta ha sido la noche más larga de mi vida”, decía Juan. “Es como si nos hubieran echado un maleficio”. “Nos han perseguido, mordido, mojado y disparado. Y en la contienda hemos perdido los pantalones. Solo nos falta pasar la noche en el calabozo”. Al pasar por delante del Río Luna ven que hay luz, a pesar de ser muy temprano (o muy tarde según se mire la cosa) y deciden entrar a tomar un café caliente antes de irse a la cama. Al abrir la puerta, se topan de morros, ¡Oh, no! ¡Tierra trágame!, con el mismísimo Sargento Dalmacio y su ayudante Lipe, que están apoyados allí en la barra, en ese rincón de la entrada; y un poco más allá, en el medio de la barra, frente a una gran copa de calisay y sobre un gran charco de agua, a Avelino. Así que ellos sin otro remedio entran en silencio, buenas noches, buenos días, y se sitúan al fondo, en el otro extremo de la barra. Piden café y alguno un chocolate caliente. Y el tiempo va pasando lentamente en un silencio que se puede cortar con un cuchillo, roto solo de vez en cuando por el monólogo aburrido e intrascendente de Pepin que en voz alta cuenta a todos los presentes la mala noche que ha pasado. En la vida había pasado una noche como esa. Vueltas para acá, vueltas para allá sin poder pegar ojo. ¡Vaya hormiguillo!. Menuda noche. No se lo deseaba ni a su peor enemigo. Mientras, Dalmacio no les quita ojo de encima, de reojo les echa miradas asesinas, convencido de que esta pandilla tiene algo que ver con la funesta noche que ha pasado.

vaya, otra vez demasiado largo. Mañana el final. Hasta mañana.
Jose, el tercero de los castañales.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Jajjajajjjaaj Jose, te está durando la odisea, luego la leo con tranquilidad y las paso al Rincón. Gracias amigo por estos bueneos ratos.
Un abrazo, eres tremendo