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CANALES: Nunca te acostaras sin saber una cosa mas. Gracias...

Historia extraordinaria del ultimo viaje de Lucerito
o como dijo un filosofo de Canales, el abuelo Rosales: A veces el camino mas corto entre dos puntos no es la linea recta.

LUCERITO
Lucerito llevaba ya unos días muy raro. Parecía que hubiera tenido una revelación. Una mala premonición. Había perdido el interés por la vida y dejó de comer. La buena de Teresa intentó de todo para convencerle. Por último hasta le sacó al prado que hay frente a su casa, ya sabéis, al otro lado de la carretera, donde había buen trébol, a ver si se animaba. Pero todo fue inútil. Y la mañana fatídica del día de difuntos cayo aquel rayo, y Lucerito las espichó.
TERESA
Y Teresa cómo le lloró. Pero ya no había nada que hacer. Y como casualmente paso por allí Vico con la máquina le pidió que le abriera un agujero detrás de su casa para enterrarle.
Ya más tarde, un vecino le metió el miedo en el cuerpo porque, según él había oído en alguna parte, no se podría enterrar ningún animal sin dar parte al veterinario y este a sanidad; en definitiva, que el entierro le iba a salir por un pico.
TOÑO RUCO
Teresa, que no tenia intención de pagar ni un duro a nadie decidió que habría que enterrarlo esa misma tarde, mejor por la noche, para que nadie lo viera. Y mientras discurría a quién podría recurrir que le ayudara a meterlo en el agujero, acertó a salir de la casa de al lado Toño Ruco, quien, como el día de todos los Santos caía en viernes ese año, había ido a Canales a pasar el puente, y en ese momento salía de casa bien aseado y repeinado para ir mas tarde a la discoteca del Crucero.
Teresa al verle le contó compungida lo sucedido y le pidió que si él, con alguno de sus amigos, podrían ayudarle a enterrar a Lucerito.
Los que le conocéis ya sabéis como es Toño, como todos los de su familia, siempre dispuesto a hacer un favor a un amigo o a echar una mano donde hiciera falta. Así que se dirigió con rapidez al Rio Luna, seguro de encontrar allí a alguien. Y allí encontró efectivamente a Jose Angel, Toño el Barbero y Juan tomando unas cervezas. Cuando les contó el recado que llevaba todos lamentaron mucho la muerte del borrico, al que por una u otra razón se sentían muy unidos, y juntos se dirigieron al prao de Teresa a ver lo que podrían hacer. Mientras salen les dice Pepin desde detrás de la barra: ¿Qué, chavales, hoy de marcha eh?. A lo que respondió Juan con la mirada lanzándole dos dardos envenenados; pues Juan era el único a quien se le pusieron los pelos de punta al escuchar el relato y el recado de Toño y continuamente ponía peros, hacia esparabanes y escorrozos, y todo el camino iba refunfuñando y que de entrada se negaba en rotundo a volver a poner las manos en ningún burro, por muy muerto que estuviera.
-Vamos Juan, dice Toño una vez que llegaron allí y encontraron a Teresa junto a un enorme bulto tapado por unas viejas y floreadas sábanas. Venga Juan, que esto no tiene ningún problema hombre. Según lo veo yo el plan es bien sencillo: en cuanto oscurezca un poco más cogemos al burro, atravesamos la carretera (son solamente 20 metros) lo metemos en la zanja, nos lavamos la manos y para la disco. Es tan sencillo que no puede haber complicación.
-No se, No se. Yo no lo veo tan claro, responde Juan. Te recuerdo que el burro pesa los suyo y te aseguro que yo no estoy dispuesto a llevarlo a hombros. Además no tenemos nada en que transportarlo, ni un miserable carretillo. Y algo me dice que nos estamos metiendo en un avispero. Ojalá que no tengamos que lamentarlo mas tarde.
-Esperad, intervino astuto Jose Angel, que mi tío Lolo (el de las gaseosas) tiene aquí mismo un carro de mano y con él lo podemos llevar. Está chupado. Teresa, tu vete a casa y déjalo en nuestras manos, dice, mientras se dirige a la nave de su tío.
No había entrado Teresa en casa a buscar unas pastas caseras y algún licor con que convidar a los muchachos cuando ya está de vuelta Jose Angel con el carro, y como ya estaba bastante oscurecido se pusieron todos manos a la obra.
La cosa no fue tan fácil como creía Toño, y después de varias discusiones y disputas, broncas y peleas: “! que no, que no, que así no!”, “! déjame a mí que tú no sabes!”, “! agarrad por allí, hombre.! ¡por allí!..”, “! que se cae, que se cae!”; al final se dieron buena maña y tirando el carro al lado del burro entre todos izaron el carro y el burro quedando este espanzurriado sobre el carro, con las cuatro patas abiertas, media cabeza sobresaliendo por delante del carro y cosa curiosa que les sorprendió y les asustó un poco a todos, que de repente los ojos de Lucerito se abrieron y se le cayo ligeramente el labio inferior dejando ver toda su enorme y blanca dentadura como si de una siniestra y tenebrosa sonrisa se tratara.
-Veis como no ha sido tan difícil, dijo Toño mientras tapaba con la floreada mortaja al animal. Ahora a la de tres empujamos, pasamos la carretera y al hoyo.
Ahora ya parecía fácil y Juan se dejó convencer, aunque por lo bajo seguía refunfuñando y presagiando que algo malo iba a pasar.
-Venga, a la de tres. Una. Dos. Y tres.
... Nada. Aquello no se movió. Demasiado peso y el carro ligeramente atollado en la hierba ponía mas dificultades de las esperadas.
-Venga tíos, vamos, que no se diga. Vuelvo a contar:
Una. Dos. Y.... tres.
Esta vez, del esfuerzo que hicieron a uno de ellos se le escapó un estruendoso pedo. (No puedo dar nombres para que no sirva, todavía más, de mofa y escarnio). (Y por cierto, eso de zurrarse en las procesiones o haciendo esfuerzos de esta índole parece ser endémico de nuestra zona, ya hay varios casos documentados).
Amigos, aquel sonido fue el pistoletazo de salida para que se desencadenaran todos los desgraciados acontecimientos que aquella noche sucedieron.
Para empezar, del impulso que dieron lanzaron el carro disparado hasta el mismo medio de la carretera mientras nuestros amigos perdían apoyo y caían sobre la hierba con la mala suerte para Toño el Barbero de caer de morros sobre las ultimas deposiciones de Lucerito y que a Toño Ruco se le engancharan los pantalones al eje de una de las ruedas que con la fuerza que llevaba se los destrozó y arrancó dejándole con el culo al aire. Y todo ello en el preciso instante en que Avelino el de Senra, conduciendo el camión de Transportes Omaña, con un magistral volantazo y pisando el freno a tope, evitaba atropellar esa fantasmal aparición que desde el medio de la carretera, envuelta en una floreada tela y con una socarrona sonrisa le miraba fijamente. Y aunque con su magistral pericia evitó el accidente no pudo impedir dar a una de las ruedas del carro un ligero golpe. Ligero pero suficiente para desencajarla levemente, de tal modo que los cuatro amigos cuando se pusieron de pie, al ver aquella escena, sin dudarlo se abalanzaron sobre el carro y tiraron de él a la carrera calle arriba, al tiempo que Toño coge una de las sabanas y se la va anudando a la cintura, mientras una de las ruedas iba dibujando eses y provocando un penetrante chirrido IAAHH, JA, IIAAAHHH, IIIAAAAHHHHH, JA, IIIIIAAAAAAAHHHHHHHH, como si el mismo Lucerito rebuznara o el mismísimo diablo se riera.
Al oir tamaño alboroto en la calle, la primera en salir aún con una botella de Calisay en una mano, con las que pensaba agasajar a los chicos, y al ver descender del camión al pobre de Avelino, pálido y demacrado intenta que se tranquilice ofreciéndole la primera de las copas que esa noche tomaría, (quien por cierto, jamás probaba el alcohol), al tiempo que le preguntaba que qué era lo que había sucedido.
Mientras tanto nuestros amigos que seguían corriendo sin parar ni atreverse a mirar atrás, IAAHH, JA, IIAAAHHH, IIIAAAAHHHHH, JA, IIIIIAAAAAAAHHHHHHHH, cuando ya habían pasado el Barrio Arriba y empezaban a salir del pueblo, Toño el Barbero, lúcido, parando les dice que qué piensan, que si pretenden seguir corriendo hasta Quintanilla o qué?. Habrá que parar y dar la vuelta, digo yo ¿no?. Vamos a ver que a pasado y luego decidir lo que vamos a hacer ¿no?.
JUAN
Así lo hacen, se dan media vuelta y comprueban que levantando por el lado de la rueda dañada consiguen evitar el ruido, se acercan poco a poco al lugar de los hechos, y desde lejos ven como Avelino con una botella de Calisay fuertemente agarrada en la mano y con la lengua cada vez mas estropajosa da explicaciones a un numero cada vez más amplio de mujeres, cada vez mas asustadas al escuchar el relato de la aparición del fantasma de ojos penetrantes y risa diabólica. En ese momento contemplan nuestros amigos alarmados como hace acto de presencia el Land-Rover de la Guardia Civil, conducido por el Sargento Dalmacio acompañado de Lipe, un joven Guardia procedente de Granada, de un pueblo que creo que se llama Algarinejo o algo así, quien días antes acababa de tomar posesión de su primer destino.

Holaaaaaa. Hay alguien ahi? Vaya, parece que se me han dormido. La verdad es que esto ha quedado un poco largo, y eso que lo he resumido. Mejor mañana continuo con la historia.
Un saludo para todos.
Jose, el tercero de los castañales.

Jose, ésto si que me ha puesto más colorao que un pimiento comunista. Que bárbaro, recuerdas hasta al joven guardia Lipe, lo tuyo es mucho.

Presi, no conocia yo esa clase de pimientos. Conocia los de piquillo, los morrones, los verdes pero los pimientos comunistas es la primera vez que lo oigo.

Son típicos de China y Rusia, Manuel.

Nunca te acostaras sin saber una cosa mas. Gracias por la aclaración.