Gaudí estudió con profundidad el
gótico catalán, el balear y el rosellonés, así como el leonés y el castellano en sus estancias en
León y
Burgos, llegando al convencimiento de que era un estilo imperfecto, a medio resolver. En sus obras elimina la necesidad de contrafuertes mediante el empleo de superficies regladas y suprime cresterías y calados excesivos.