Desconozco quien fue ese tal
San Roman, recuerdo que en mis años mozos el frió que pase, un viento del norte con cellisca, la pequeña cantina llena, y el
baile en una vieja
casa que al parecer antes había sido sala del
ayuntamiento, era muy pequeña y tampoco se cabía, y creo que se desalojó porque amenazaba
ruina. Los
caminos intransitables y de regreso a Castrillo nos cayó un aguilla que helaba los huesos. Y es que los
santos del
invierno no se han hecho muy famosos. Una
fiesta para recordar. Liis.
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