Ese puente es una de las maravillas que tiene Trespaderne. Es el puente del pasado. Probablemente lleva aguantando una crecida anual del Nela cada invierno desde hace mil años.Y ahí está, tan terne. Por eso en sus riberas no hay casas ni chalets, sino naturaleza envidiable. Ahora está algo jorobadillo porque los bárbaros del siglo XX y XXI no han encontrado nada mejor que su soporte para pasar los cables de la luz y las conducciones de agua potable para el pueblo sobre sus arcos. Pero lo aguanta todo. Unos metros más abajo, hay un puente, el puente del presente, mucho más endeble y de hierro que ya ha tenido que ser reformado ante el peligro de hundirse. Entre los dos puentes está mi casa. Pero yo, río abajo y Ebro abajo, como si me hubieran arrastrado sus aguas, y las de la vida, estoy en Barcelona desde hace luengos años. Pero los recuerdos de mi infancia están esparcidos entre esos dos puentes. ¡Qué nevadas! ¡Y qué copos como boinas!¡Nunca los he vuelto a ver así!Vivan los trespaderninos o trespadernenses! Y las fiestas de S. Bartolomé son el 24 de agosto; mucho ruido y demasiada gente para disfrutar el pueblo en esas fechas, si no se es joven a prueba de decibelios. De todas maneras, Trespaderne, probablemente, será el pueblo más bonito del mundo. Bueno, he dicho probablemente, pero cerca le andará. Saludos a todos los trespaderninos radicados allí, y a los del exilio, como yo, que lo añoramos tanto.
